Vamos a ver, aún suponiendo que Amy Martin
fuese el pseudónimo de Carlos Mulas, ¿dónde está la corrupción? El director de la Fundación Ideas
tenía contratada a una escritora, a la que el Partido Socialista retribuía con
3.000 euros por artículo publicado y que resultó, siempre según Jesús Caldera,
ser el propio director quien escribía y recibía ese dinero por escribir. A mi
entender, no existe corrupción alguna. Si acaso el proceder poco ético de un
pícaro que se autoalimentaba económicamente mediante la creación de un autor
ficticio, que en realidad era él. Tampoco parece cierto que fuese así. Caldera, al despedir a Carlos Mulas, ha creído
matar a dos pájaros de un tiro, o sea, al director de la Fundación y al
columnista que firmaba bajo psudónimo, cosa habitual entre escritores. Pero
ahora resulta que Amy Martin es de carne y hueso y esposa de Carlos Mulas, cuyo
nombre real se corresponde con el de Irene Zoe Alameda. Y esta señora, la supuesta
columnista “fantasma”, ha aclarado que
su marido no sabía nada porque estaban separados. Muy raro todo aunque posible.
Y dicho eso, me parece inadmisible que el columnista Alfonso Ussía, en La Razón, escriba hoy que “su
padre, ‘Boom-Boom’ Martin, fue la gran estrella del Circo de Filadelfia hasta
su fallecimiento”. La señora Alameda, para que se entere Ussía, estudió
Filología Hispánica en la Universidad Complutense y en la Universidad de Bonn, se doctoró en Teoría de la Literatura y Literatura
Comparada por la Universidad de Columbia en Nueva York, donde
también cursó un máster. La autora de “Sueños itinerantes” (Seix Barral, 2004)
debería merecer un poco de respeto a Ussía, sobrino del militar golpista Jaime
Milans de Bosch, que comenzó Derecho y Ciencias de la Información sin
terminar ninguna de esas carreras. Añade
Ussía en su artículo de opinión que “Amy, huérfana de padre, vivió una infancia
infeliz junto a su madre, Eleanora Westphale, que era –espero que Amy me
disculpe por mi crudeza descriptiva–, más puta que las gallinas. Pero ella leyó
mucho, y se convirtió en una gran escritora, prolífica y propietaria de un
inmenso abanico sociocultural.” Vamos, que leyendo a Ussía de inmediato viene a
la mente “Cristo versus Arizona” de Cela, o que estás visitando el mítico
“Savoy” de José Luis Alvite. A mi criterio, Ussía debería pensar lo que escribe antes de enviarlo a la
rotativa y Marhuenda debería ser consciente de con quién se juega el prestigio el periódico de su dirección.
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