Cuenta hoy Joaquín Carbonell en
El Periódico de Aragón que “vuelve la patria y el mensaje de las tres efes: Franco, Fútbol y Fabiola, los ejes
sobre los que circulaban aquellos documentales de obligada proyección en los
cines españoles. Siempre salía Franco,
inaugurando algo, siempre salía el Madrid ganando alguna Copa de Europa y
siempre salía Fabiola, la reina
española de Bélgica, en misa comulgando”. Ciertamente, con la llegada de la Derecha al poder omnímodo
de la gaviota en España, con la
supresión de la asignatura “Educación para la ciudadanía” y el despertar de un nacional-catolicismo durmiente, ahora vivito,
coleando y donde vergonzosamente se prima a los colegios concertados con la
ayuda de un ministro, Wert, postrado mansamente a los pies del cardenal Rouco
Varela, la televisión pública ha virado al color sepia de repente y se le ha
añadido otra “efe” a las tres señaladas por Carbonell: la sustitución
progresiva de serios corresponsales en plantilla de TVE, con méritos destacados
y a los que se les ha dado puerta, por
advenedizos de la Agencia Efe,
por mor ese talante privatizador que todo lo cubre de azul. Pues bien, en
consecuencia, los telediarios han sufrido un serio revés en sus audiencias. Por
si ello fuera poco, no pasa día sin que
repongan en pantalla edulcorantes películas de aquel cine rancio de la España cañí (iba a decir de
la España
hambrienta, pero hoy existe tanto hambre como entonces), deporte hasta en la
sopa y un enaltecimiento de la figura del Rey hasta la grosería. Sólo queda,
seguro que llegará, volver a crear en los pueblos esos espacios sociales
llamados “tele-clubs” donde pueda reunirse a los vecinos a la caída de la tarde
para ver “Marcelino, pan y vino” o una versión actualizada de “Crónicas de un
pueblo”, aquella serie estrenada en 1971 con guión de Juan Farias y dirección
de Antonio Mercero, en torno a un pueblo de Castilla, Puebla Nueva del Rey Sancho, donde todos los
vecinos eran protagonistas: el alcalde, el cura, el cabo de la Guardia Civil, el
maestro, el alguacil, el cartero, el conductor del autobús, la boticaria y los
niños de la escuela. Pero una serie, también, donde se metía entre col y col,
lechuga; o sea, se aprovechaba el tirón
de la audiencia para adoctrinar a los televidentes con el Fuero de los
Españoles.
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