Veo en la prensa la foto de un
cartel que los boticarios han colocado en todas las oficinas de Farmacia de la Villa y Corte. Cuenta que “la
ley 8/2012 de la Comunidad de Madrid
obliga al farmacéutico a recaudar la tasa de 1 euro por receta…etc.”. Se trata -tal
y como señala el panfleto pegado al cristal- de una “información para pacientes
de la farmacia”. Para mí que aquellos
que acuden a una farmacia no son “pacientes” sino clientes. Paciente, a mi
entender, es la persona que recibe tratamiento médico o quirúrgico, respecto de
su médico o cirujano. En las oficinas de Farmacia se despachan medicinas, pero
también chupetes, lavativas y condones, por decir algo. Pues bien, la Comunidad de Madrid
necesita recaudar y para ello utiliza como recaudadores de tasas a los
licenciados en Farmacia con bata blanca y despacho abierto al público. No está
mal. Por un lado recaudan mediante un “repago”, y por otro utilizan a los
licenciados para que ejerzan de recaudadores para sus derroches comunitarios.
Es decir, llega a la oficina de Farmacia un jubilado que antes no pagaba y
ahora sí. Presenta su receta médica para que le sea facilitada una "amoxicilina". Y el boticario se asoma por la puerta de la rebotica, mira al
cliente por encima de sus gafas para ver
de cerca de forma sospechosa y se vuelve a atrincherar en su rebotica para
continuar leyendo el Abc, en evitación
de tener que recibir improperios del cliente. Deja el asunto en manos
del mancebo, que sabe más que Alexander
Fleming y que para eso cobra. Éste abre un cajón alargado, saca el fármaco, le
arranca una etiqueta dejándole un agujero en la cajita, lo envuelve y le dice
muy serio al cliente: “son 6’35 más un euro”. El cliente se enfada y se acuerda
de la madre del consejero de Sanidad,
Javier Fernánez-Lasquetty y del abuelo putativo del presidente del Colegio
Oficial de Farmacéuticos, Alberto García Romero. De nada le sirve. Debe pagar
si quiere llevarse la “amoxicilina” a casa. Ya más tranquilo, podrá leer tras
el “telediario” el papelito con la posología y los posibles efectos
secundarios, es decir, las reacciones de hipersensibilidad, las
gastrointestinales, los efectos hepáticos, los efectos hematológicos y los
efectos sobre el SNC, o sea, confusión, cambios de conducta, ansiedad, insomnio,
vértigo, nerviosismo, diarrea intensa acompañada de calambres abdominales,
erupciones exantemáticas, convulsiones… Al final el cliente comprenderá que lo
de la tasa del euro por receta es lo menos malo que le puede suceder. Podrá
hacer esa sabia reflexión después de la cena, cuando armado de valor se trague
una gragea acompañada de medio vasito de agua.
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