Con la reciente muerte de Manuel
Fernández-Montesinos el pasado día 18 de enero se nos ha disipado un poco más el
aroma en el viejo frasco de las esencias de Federico García Lorca. El sobrino
del poeta e hijo del médico y alcalde de Granada fusilado por los sublevados en
las tapias del cementerio el 16 de agosto de 1936 era también hijo de Concha,
hermana de Federico. Por esa tendencia a la estratificación que todo lo
aprisiona en capas superpuestas, se va montando un manto siniestro sobre otro y
éstos se tornan resistentes y brunos
como techumbres de pizarra. ¡Lastima que ya no viva Manolillo El
Comunista! Cuántas cosas se llevó a la tumba aquel enterrador del Barranco de
Viznar. Matar a Federico cuando se buscaba afanosamente a Fernando de los Ríos
para darle matarile fue la mayor vileza de Queipo de Llano, cuyo fajín de
general procesionó durante muchos años por Sevilla sobre su cintura la imagen
de la Macarena. Ruiz
Alonso sólo fue el colaborador necesario para aquella villanía. En vista de que no encontraban a Fernando por
ningún sitio, optaron por sacrificar a su niño mimado. “Y Ruiz Alonso fue directamente desde el
Gobierno Civil a la casa de los Rosales para llevarse a Federico, en un
‘Oakland’ descapotable matrícula GR 2185”, (Félix Grande. ‘La Calumnia’. Mondadori,
1987, p.160.).Se ha muerto Manuel Fernández-Montesinos y los ciudadanos hartos
de soportar iniquidades nos hemos quedado un poco huérfanos de padre. “Grupo de
gente salta en los jardines/ esperando tu cuerpo y mi agonía/ en caballos de
luz y verdes crines”.
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