viernes, 25 de enero de 2013

La mosca tras la oreja




Suponiendo que fuese cierto un informe del Instituto Metropolitano de Ciencias Médicas de Tokio, los españoles tendríamos más memoria que el elefante de la foto de la República de Botsuana antes de que éste fuese fulminado por el rey Juan Carlos. Botsuana, que es algo mayor que España, sólo tiene dos millones de habitantes y parece más fácil encontrarte con un paquidermo que con un indígena. Digo más, de ser cierto que el cerebro despierta la memoria cuando se pasa hambre, gran parte de los 6 millones de parados españoles, a los que ya comienza a clareárseles la raspa, tendría más memoria que la que disfrutó en vida  don Marcelino Menéndez Pelayo, que tenía una retentiva fotográfica. Lo que sucede es que las pruebas de ese Instituto japonés se están haciendo con moscas, donde se produce una reducción de la memoria. En consecuencia, no encuentro yo  paralelismo alguno para determinar tal hipótesis Otra cosa distinta es que los parados españoles lleven la mosca detrás de la oreja, a la altura del lobanillo, como el que  tenía un vecino de escalera y que agradecía porque, según comentaba a los clientes, le permitía sujetar el lapicero en la oreja con el que echaba las cuentas de la vieja en su negocio de ultramarinos, que eran lo más parecido a las cuentas del ministro Montoro aunque a menor escala. Pero los japoneses conjeturan que el hambre despierta una hormona que reduce el azúcar en el organismo y activa una proteína en el cerebro que logra que aumente la memoria. En fin, esperar para ver. A fin de cuentas, el ADN del ser humano se parece más al de la mosca del vinagre que al de los monos. Leemos poco a Kafka y así nos va.

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