El ministro de Agricultura,
Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, es lo más parecido al
recordado por los niños de hace unos años como monstruo de las galletas. En una
entrevista concedida a RNE, este ministro, tripero donde los haya y sobre el
que sin duda resulta más barato comprarle un traje de Hermenegildo Zegna que
invitarle a comer, acaba de decir sin despeinarse una ceja que “veo un yogur en
una nevera y ya puede poner la fecha que quiera que yo me lo voy a comer”. El
monstruo de las galletas, si ustedes recuerdan, era un títere que aparecía en
el programa infantil “Barrio Sésamo” diciendo aquello de “¡Yo querer galleta!”,
“¡Yo comer galleta!” y “¡Aumm ñam ñiam ñiam ñiam!”. Pues bien, al ministro
Arias Cañete ya le pudimos ver por televisión comiendo a dos carrillos un
excelente entrecot de ternera, como si se tratase de una torrija, cuando más
cundía la alarma social en España por causa de la encefalopatía espongiforme bovina, más
conocida como enfermedad de las vacas locas. Mientras el catedrático Badiola
alertaba sobre los priones, el ministro Arias Cañete, que había sustituido a
Jesús Posada, que ahora se dedica a domar a los leones de Ponzano, y que
permaneció en Agricultura entre 2000 y 2004 durante el gobierno Aznar, se ponía
como el Quico, o sea, metiendo en la oficina de las tripas solomillo de vacuno.
No es la primera vez que este ministro hace declaraciones desafortunadas.
Recuerdo cuando se quejó de que ya no quedaban “aquellos camareros
maravillosos que teníamos, que le pedíamos un cortado, un nosequé, mi tostada
con crema, la mía con manteca colorada, cerdo, y a mí uno de boquerones en
vinagre y venían y te lo traían rápidamente y con una enorme eficacia”. Este
ministro glotón trata ahora de “quitar
hierro” a la desesperante situación de las víctimas de esa tragedia humana que
está significando para los españoles la crisis económica. Digo yo que sus
declaraciones en la radio pública serán como un mensaje de esperanza dirigido a
esa legión de menesterosos que rebusca comida en los cubos de basura de los
supermercados. No importa comer yogures pasados de fecha. Sólo falta ya que
otra ministra, Ana Mato, diga en los micrófonos que no tiene peligro alguno
consumir medicamentos caducados, que curan y alivian de igual manera que los
que están sin caducar. Hasta no hace mucho tiempo, esos fármacos de desecho se expedían
al Tercer Mundo, como el contenido de las huchas del Domund. No hace falta continuar con las remesas. El
Tercer Mundo ya habita entre nosotros.
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