Hace poco, los comerciantes
zaragozanos rechazaban la peatonalización de la calle Don Jaime I, vulgo
San Gil, por razones que desconozco. Ahora, poniéndose la venda antes de la
herida, los comerciantes de la calle Conde de Aranda (antes del General Franco)
no desean que la supuesta “línea 2”
del tranvía, de llevarse a cabo, pase por delante de sus negocios. A mi
entender, unos y otros temen que durante el levantamiento de sus calles sus
negocios dejen de generar ingresos. Es lo que se llama lucro cesante. No sé,
para mí que el lucro cesante les llegó a casi todos los comerciantes con el
incremento de las grandes superficies y se agravó con la crisis económica y la
recesión, hubiese o no obras. No pasa día sin que observe un nuevo local vacío
por “cese en el negocio”. Por otro lado, ya se conocen las cifras del coste de
la “línea 1”,
entre Valdespartera y el Parque de Goya, que supera la friolera de 194 millones
más IVA, sin incluir el material rodante. Pero el precio de las cosas siempre
es relativo si se comparan con otras. El tranvía, al menos, es usado por los
ciudadanos aunque me consta, y así está publicado, que todos los días alrededor
de 1.000 viajeros no pagan el servicio. Es más sangrante el caso del Pabellón
Puente, de 270 metros
de longitud, diseñado por la arquitecto británica-iraquí Zaha
Hadid, que conecta la margen derecha del Ebro con el antiguo recinto de la Exposición
Internacional de 2008. Su planta tiene forma de gladiolo y no
sirve absolutamente para nada. Su coste inicial fue de 25 millones de euros y
acabó sobrepasando los 35; o la
Torre del Agua, de 76 metros de altura equivalente a 23 pisos, del
arquitecto Enrique de Teresa. Costó 53’5 millones de euros y al ser hueco su interior, tampoco parece que sea
de utilidad pública; o el Pabellón del Agua que sólo sirve en la actualidad
para llevar a cabo bodas civiles. Pero lo peor es que aquí todo está sin
terminar de pagar. Y así todo.
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