Pese a la invitación que ayer le
hice desde mi blog al teniente general Rafael Comas, todavía no se ha dignado
ese señor explicar en qué consiste el nuevo "formato" con el que se debería
–según él- recuperar el servicio militar obligatorio. El papamoscas alcalde de
Algamesí, Vicente García Mont dijo, y así lo conté ayer en este mismo soporte,
que con “dos mesecitos de mili” era bastante. Aquí a alguien le se va la olla.
Aquello de la mili obligatoria, que a mí me tocó sufrir, tenía su aquel
cuando te podía suceder de todo en el sorteo de la caja de reclutas, o sea, que
te mandasen a África, que te dejaran a una distancia de tu casa tan lejana que
fuese inútil solicitar el “pase de pernocta”, o que te tocase el “gordo” y
tuvieras la suerte de no ir a filas por “exceso de cupo”. Ahora la cosa ha
cambiado. Quitando Ceuta y Melilla, de África sólo queda el recuerdo de la Marcha Verde marroquí y de cómo
salieron tarifando los militares que se encontraban en el Sahara Occidental.
Como decía aquellos días de finales de octubre de 1975 la revista Cambio 16
(núm. 203, pp.10-15), “al principio se temió la guerra; luego, el desmadre;
después la mesura por medio de la mediación del Consejo de Seguridad de la
ONU, y al final de la semana se avistaba un posible acuerdo
para no llegar a las manos. La última ida y vuelta fue la del ministro del
Movimiento, José Solís, que el mismo día viajó a Rabat, vio al rey Hassan y
regresó a Madrid con ‘algo’ en tono conciliador…”. Y por aquellos días,
también, con el Ejército español saliendo del Sahara con el rabo entre las
piernas, todavía se atrevió un jefe militar español a decir sin empacho: “Son
los propios saharauis quienes deberán rechazar esta invasión”. ¡Vamos, hombre!
Franco se moría a chorros y en el Hotel Royal, en la ribera del lago Leman, disponía
de residencia provisional Juan de Borbón, que había abandonado la Embajada española en Lisboa cuando comenzó a arder, y
no parecía dispuesto a regresar a su residencia de Estoril. Había un ambiente
enrarecido en Portugal contra el hijo de Alfonso XIII, todavía pretendiente a la Corona de España. También,
de África sólo queda el triste recuerdo del espectáculo que España dio en el
islote abandonado de Perejil, donde la ministra de Exteriores, Ana Palacio y el
ministro de Defensa, Federico Trillo, se
“cubrieron de gloria”. Más tarde, el diario ABC, haciendo referencia a los
movimientos de tierra, mar y aire que España había previsto movilizar (el
Tercio, el GOE camino de Cádiz; el buque de asalto Castilla; la fragata
Navarra, cazabombarderos F-18, Mirage F-1 helicópteros, etc.) explicaría todos
esos movimientos con la frase de “…y todo esto por una isla que no vale ni el
combustible de los helicópteros”. Rafael Comas, como decía al principio,
todavía no se ha dignado explicar en qué
consistiría el servicio militar obligatorio “en otro formato”. Si no es capaz de
explicar ese “formato” de forma entendible, lo mejor que puede hacer ese
funcionario de uniforme es pedir disculpas a la ciudadanía que le mantiene.
Bromas, las justas.
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