Yo, que siempre tuve a Antonio Burgos por un periodista fetén, de los que hacen
escuela, como Julio Camba, Jaime Campmany o Pedro Rodríguez (¡cuarenta años ya que nos dejaste!), con sus virtudes y
sus defectos, que los tenían, me siento defraudado por la rabia emergida en su
artículo de hoy, “Los podémicos”, en ABC de Sevilla. Así, escribe: “La Jefa de mi Casa Civil
convierte su nombre [Podemos] en adjetivo. Cada vez que vemos por la calle a un coletudo
muy en el tipo de la casa, con su mochila de reglamento y su mijita de mugre
(que es la versión progre y antisistema de la caspa), me dice: -- ¡Mira, ahí va
un podemos auténtico!”. (…) “Hay
podémicos académicos, como su particular Pequeño Nicolás, el imberbe Errejón,
que tiene nombre de estilista del flamenco que le hubiera dado personalidad a
un palo del cante”. (…) “Pequeño Errejón que ha dado el cante. El cante del
mangazo de beca. Como el otro, el jefe, el de la coleta, también ha dado su
cante: el cante de la ONG
para trincar”. (…) “De momento dicen que van a ganar en Navarra. Las vacas del
pueblo, evidentemente, ya se han escapado. ¡Menudo riau, riau!”. A Antonio
Burgos le deberían molestar, si acaso, los desafueros que cometen quienes están en el Gobierno y firman en el BOE. A Antonio Burgos le debería preocupar,
por ejemplo, el editorial de hoy en El País, donde se cuenta que “hay que dar
respuestas a los sufrimientos sociales, al malestar de la gente con la
corrupción y al grave problema que representa la crisis territorial”. Pero de
eso, Burgos no dice nada. Bastante tiene con alabar, como ha hecho en los dos
últimos artículos, las virtudes que adornaron a la duquesa Cayetana, por “su
cercanía, por su sencillez, por su independencia, por su generosidad, por su
genialidad…”; y, ¿cómo no?, por el
número de portadas que tuvo en la revista Hola. Todo es loable y todo puede ser
criticable. Pero la “mijita de mugre” la tienen, que yo sepa, hasta las mejores
familias.
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