Decir que la crisis está haciendo
estragos en España no es descubrir el Mediterráneo. Y cuando hay crisis
prolongada en el tiempo, los ricos son más ricos y los pobres son más pobres.
Sólo hay que mirar diariamente la cantidad de ciudadanos que con la ayuda de un
palo rebuscan en los cubos de basura o acuden a los servicios de Cáritas. Ayer,
casi a última hora de la tarde me acerqué hasta un Hipercor existente en Grancasa, en el barrio del Actur zaragozano,
para comprar un adminículo que precisaba. Ya de paso, baje a la planta de
supermercado dispuesto a comprar algo para cenar. Mientras me servía el
empleado, no pude por menos de preguntarle qué hacía El Corte Inglés con la comida sobrante. El empleado, muy digno,
aprovechando que no había clientes esperando a ser atendidos, me habló de la
trazabilidad alimentaria (capacidad de rastrear y seguir los alimentos o
ingredientes en todas las etapas de producción, procesamiento y distribución),
de la caducidad de los productos expuestos en vitrinas, de las normas
sanitarias y de todas esas zarandajas higiénicas exigidas por el Gobierno de
Aragón para productos perecederos. Pero yo le sugerí que sería de utilidad que
los productos diarios sobrantes se los entregase la empresa a alguna
organización benéfica, a familias con necesidades… El empleado me contestó
que ello conllevaba un riesgo. “Imagínese -me dijo- que lo que sobra de esta
ensaladilla rusa se la entregamos a un necesitado. Y éste, el necesitado, practica
una mala conservación del producto durante el tiempo que lo tienen en su casa;
que, como consecuencia de de esa mala conservación, sufriese algún tipo de
intoxicación, y que, por si ello fuera poco, le echase la culpa de su problema de salud a la empresa
que se lo había donado…”. Me quedé pensativo. Tuve que darle la razón. Ya que
hago referencia a la rebusca en los cubos de basura, me viene al recuerdo la
imagen de Alfonso de Bourbon, hijo
del primogénito de Alfonso XIII, al
que aplastó un camión al echar marcha atrás y chocar con un cubo de basura donde
ese señor escarbaba en busca de restos de comida. Sucedió en los primeros días
de enero de 2012 en San Diego (California). El fallecido, de 83 años, era hijo
de Alfonso de Borbón y Battemberg,
muerto en accidente de carretera en 1938 y que había renunciado a sus derechos
dinásticos en 1933, tras enamorarse de la cubana Edelmira Sampedro. Regresé a casa triste, como aupado en el potro de los
remordimientos.
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