A mí lo que me gustaría saber es
quién está detrás del Pequeño Nicolás,
o sea, quién es el Doctor Julius No
que mueve los hilos de una marioneta con cara de niño pijo que aparece en la
franja de prime time televisiva y que
preocupa en La Zarzuela,
en La Moncloa
y en el CNI, donde al joven Agente 007
se le ha colado por ósmosis en el Superpoder y que ahora cuenta que “sabe
cosas”. Es evidente que aquí hay un Doctor No que está utilizando las ondas de
radio para que no despegue don Tancredo, que más parece el
personaje de un cómic que un
presidente del Gobierno, convencido de que salpimentando la ensaladilla de la
macroeconomía como manda la troika (Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional y Comisión
Europea) y haciendo aquello que le requiere Merkel (vestida de cuero y con tralla en mano) ya tiene asegurado ese señor Buenrollo otra legislatura. Pero hoy de nada sirve tener
mayoría absoluta cuando no se tiene programa (y cuando se tiene, no se cumple)
ni se controla a los barones del partido ni se es capaz de adoptar cambios indispensables
en las carteras ministeriales. Para manejar el timón de este país no sirve,
digo, contar con una isla, una radio y una mina de bauxita, como el chino
millonario. Hasta ahora, todos los presidentes que ha tenido el Gobierno de
España se han quemado como cohetes. ¡Lástima que no viva Valle-Inclán! De pronto ha aparecido en escena Pablo Iglesias y tanto al PP como al PSOE les ha entrado miedo
escénico. Sánchez dice ahora que su
partido (si llega a gobernar) piensa cambiar aquella reforma de la Constitución
(artículo 135) durante una cálida noche de verano de 2011 y volverlo a dejar
como estaba antes de que Rajoy y Rodríguez Zapatero, mediante procedimiento de urgencia y con aprobación en
lectura única, utilizasen el concepto de estabilidad
presupuestaria para empobrecernos a todos los ciudadanos hasta límites
inimaginables. En aquel debate en el Pleno, un viernes 2 de septiembre, se
rechazaron todas las enmiendas salvo una corrección gramatical: se sustituyó “en relación al” por “en relación con” en el párrafo tercero. Juan Carlos I lo sancionó y promulgó la Reforma Constitucional
el 27 de septiembre y el BOE lo publicó ese mismo día en su número 233. Un
cambio insensato que obligaba al
Estado a tener un déficit casi cero, pero que condenaba a España a continuar a
la cola de la Europa
Social. El catastrófico resultado de aquella
modificación de la
Constitución sin contar para nada con el pueblo soberano
(solo con los votos de PP, PSOE y UPN) y que, posteriormente Felipe González aplaudiría con las
orejas, puede comprobarse con un simple vistazo en los espeluznantes informes
de Cáritas. Una torpeza que se reflejará, y espero que así sea, en los comicios
de 2015, donde el PP perderá las elecciones y el PSOE se transformará en una
triste bisagra chirriante pese a sus 130 años de historia (y 40 de vacaciones).
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