La solución que Cameron defiende,
abogando por una inmigración controlada y por devolver a sus países de origen a
aquellos inmigrantes que no encuentre trabajo durante seis meses, me parece muy
acertada. Eso sucede ya en otros países de nuestro entorno y España debería
adherirse a esa solución, que ya parece de emergencia. De la misma manera, el
Gobierno que preside Rajoy debería contemplar la expulsión inmediata del
país de todos aquellos individuos extranjeros que se dediquen
por sistema a la mendicidad y el fraude; y la persecución policial de cuantos practiquen los matrimonios de conveniencia. Es necesario
controlar la llegada masiva de personas y no abrir las puertas de par en par, como
sucedió en este país con la “llamada del ladrillo” en época de Aznar. El
Tratado de Schengen, en vigor desde 1995, es un protocolo anexo al Tratado
de Ámsterdam que contempla la libertad
de movimientos dentro de la Comunidad
Europea en todos sus territorios salvo en Reino Unido e Irlanda,
aunque los españoles puedan circular por ambos territorios con la sola
presentación del DNI, es decir, sin pasaporte ni visado. La razón es que Reino
Unido e Irlanda no forman parte del espacio Schengen en su totalidad, pero sí
firmaron el Tratado que permite la libre circulación de ciudadanos europeos. Los
extranjeros que visiten alguno de los países de Schengen, que son veintiséis,
necesitar un pasaporte válido y un visado denominado 'visado Schengen'. Y para
que ese visado sea aprobado, el extranjero necesitará de un ‘seguro Schengen’
que cubra algunos gastos básicos, como repatriación en caso de emergencia,
asistencia legal o asistencia médica. Es importante que la aseguradora tenga
una sucursal en Europa para que el seguro sea válido. Con la aplicación de esas
normas, se evitarían los colapsos hospitalarios con cargo al ciudadano español,
que con sus impuestos paga hospitales, sanitarios y todo el complejo engranaje de la Seguridad Social.
El acuerdo de Schengen, y lo digo para que se sepa, se puede romper
temporalmente en casos de necesidad y de forma unilateral. La Comisión Europea
admite que se restablezcan los controles fronterizos si existe un riesgo
evidente para la seguridad ciudadana. Cierto es que aquella inmigración
masiva llegada a España durante la etapa Aznar (en gran parte procedente de
Sudamérica), más tarde, como consecuencia de la alta tasa de desempleo y las mejores
perspectivas de de crecimiento en sus países de origen, se han marchado. A todo ello hay que añadir la
espectacular salida de jóvenes españoles con destino a Europa por la falta de
perspectivas laborales en nuestro país. Algo que a todas luces parece
vergonzoso. Lo que sucede hoy en España es que, saltándose a la “guingorria”
tratados y normas, existe un número incontrolado de extranjeros que llega a las
costas cruzando el Estrecho. De hecho, en los ocho primeros meses de 2014
nuestro país ha recibido más inmigrantes indocumentados (magrebíes, argelinos y
subsaharianos) en saltos de valla y cayucos que en todo el año pasado. Y el
Gobierno de Rajoy no sabe qué solución tomar con la mayoría de esos
advenedizos, al ir indocumentados y no saber a qué país devolverlos. Ni tampoco sabe (por la incompetencia
manifiesta con ese tancredismo) cómo dar con la solución al tremendo problema que
sufre España, al tiempo que la “Europa rica” se pone de perfil como si no fuese con ellos.
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