En una reciente entrevista con EFE, Juan Alberto Belloch, el
espía que surgió del frío, nos vaticina el particular Waterloo de Pedro Sánchez
el próximo 26 de junio y su clara
apuesta por La Andaluza. Al actual
secretario general del PSOE le espera la isla de Santa Elena envuelto en el
paletó gris marengo de su desdicha. En junio de 1815 eran muchos los franceses
que odiaban a Napoleón. En junio de
2016 son muchos los españoles que están hartos de la corrupción incesante de
los dos grandes partidos. Podemos adelanta a los socialistas en las encuestas,
el PP no encuentra aliados dentro de las filas de Ciudadanos mientras esté
presente Rajoy, y los socialistas se
encuentran desnortados y no encuentran árbol donde ahorcarse. Sánchez hace promesas
propias de amo de la Ínsula Barataria
si gobierna, sabiendo de antemano que su margen de maniobra sería limitado, que
no las podría cumplir; y ahí están frente a él, presentes, también en la
memoria colectiva, los ERE de Andalucía para su vergüenza. Rajoy, el
“comediante heroico”, sigue impasible, sin mover un dedo, a la espera de los
resultados de las urnas, que le darán el triunfo, pero no la continuidad. Es el
Fouché que gobierna en funciones,
que no aparece por el Congreso de los Diputados aunque le aspen, pero que no
tuvo pereza en aflorar en Milán, junto al jefe
del Estado, en la final de la Champions League, como si fuese un gallo en
corral ajeno. En este tiempo de oscilaciones pendulares históricas ya parece
que existe una especie de “Santa Alianza”,
entre la Vieja Dama del dinero, los
residuos que quedan de Suresnes, la First Class, el Isidoro, el León Dormido, el Mejor
Preparao, el Enano del Champú y
todo el Cuarto Poder, para evitar
tener que ir a las urnas por tercera vez, en el supuesto de que los resultados
de los comicios del 26-J fuesen parecidos a los del pasado diciembre. Hay que
romper huevos para hacer la tortilla cañí. No queda otra.
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