En su artículo de
El País,
Juan José Millás, bajo el título
La
siguiente, señala que “cuando un escritor escribe un libro no puede hacerse
cocinero ni deportista ni actor ni político”. Cuando alguno de ellos se hace
famoso, firma un libro que posiblemente no ha escrito. Se puede comprobar en la
Feria del Libro estos días en El Retiro. Y el
verdadero escritor, que presenta un tomo que le ha llevado varios años
escribirlo, mira impasible cómo las filas de lectores esperan pacientes la
dedicatoria personalizada de un personaje cuyo único mérito consiste en salir
en televisión aunque sea para hacer el ridículo: “Todos los caminos conducen al
libro”. Y añade Millás con cierto poso de tristeza: “Sin embargo, cuando un
escritor escribe un libro no puede hacerse cocinero ni deportista ni actor ni
político. Cuando un escritor escribe un libro, se pone a pensar en el
siguiente, que quizá le salga o quizá no. A lo mejor le sale, y lo publica y la
editorial le invita a firmar ejemplares en una feria del libro a la que el
escritor acude ingenuamente para comprobar que quienes de verdad firman son los
alpinistas, los expresidarios, los actores, los
youtubers…”. (…)
“El escritor decide no acudir en el futuro a
ninguna feria. Pero el miedo a ser tachado de envidioso le conducirá a la
siguiente”. Ya dijo
Larra que
escribir en España es llorar. Personalmente entiendo que lo que hacen llorar
son las biografías, que siempre termina con la expiración del protagonista; las
ilustraciones a plumilla de la muerte de
Platero,
o la lectura de
Celia en la revolución, ese
triste final de una niña burguesa. Lo que se puede contemplar en las filas de la Feria del Libro de El Retiro
adorando al becerro de oropel sólo es simple polvillo de mariposa.
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