Cada vez que me acerco a Collado-Villalba, contemplo la
enorme y tétrica cruz de Cuelgamuros, en Navacerrada. Desde casa se observa la
sierra de maravilla. Allí está la última residencia del dictador, con cargo a
Patrimonio. Y por asociación de ideas, parece ser que Carmen Polo dio en su día las órdenes oportunas para que, en El
Ferrol, en la hasta entonces humilde casa donde había nacido Franco, se tirasen tabiques, se hiciera
una nueva escalera y se pusiesen lujosos muebles y porcelanas de Sargadelos,
para que los visitantes a su futura casa-museo creyesen que había vivido
una infancia confortable. Y esas cosas, y otras, las contó Camilo José Cela en un artículo publicado en la revista Cambio 16 (número 255, de 25/02/76) bajo
el título Un esperpento de Valle Inclán.
Al menos eso contaba en unas “amargas y demoledoras páginas de la historia” su
primo Francisco Franco Salgado-Araujo.
Cuarenta años más tarde, o sea, ahora,
ignoro el número de ciudadanos que pasará por aquella casa y si sigue en pie la
casa-museo. Pilar Eyre también fue dura en su artículo El Franco más íntimo y desconocido, publicado en El Mundo (09/11/13). Eyre entrevistó en
Barcelona a uno de los médicos que atendió al entonces jefe del Estado hasta el
final de sus días y éste fue rotundo cuando le dijo:”El general tenía las dos
características principales para ser un hombre frío: complejo de Edipo y maltrato paterno”. Y para
redondear sus palabras, añadió: “Tenía una fimosis muy acentuada, el prepucio
muy cerrado, lo que me permite deducir, por mi larga experiencia en estos
casos, que su vida sexual fue inactiva, que después de engendrar a su hija, que
era inequívocamente suya, no volvió a tener relaciones sexuales ni con su mujer
ni con nadie”. Al preguntarle Eyre al médico si era posible una operación,
recibió la siguiente respuesta: “Se le aconsejó una operación muy sencilla y se
negó porque el sexo no le interesaba. ¡La ambición, en su caso, sustituyó al orgasmo!”. Eyre no se corta un
pelo: “Cuando nació, su padre, el iracundo y alcoholizado Nicolás Franco Salgado estaba en una casa de putas”. (…) “A este
primer viaje fuera de Galicia [fue con su hijo a Toledo, cuando éste tenía 14
años para ingresar en la
Academia de Infantería] le acompañó su padre, que se quedó en
Madrid a vivir con su amante abandonando madre, hijos y hogar”. (…) “Con el
nacimiento de su primera y única hija, Carmen
Franco y Polo, Nenuca, Franco
creyó volverse ‘loco de alegría’, según confesó. Franco se distraía
haciéndole muñecas de trapo mientras la niña se acurrucaba en sus brazos para
ver películas de Popeye”. Como bien
señalaba Cela al final de aquel artículo: “El esperpento, como género
literario, tampoco conoce la caridad”.
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