Estoy en contra de cualquier tipo de violencia y de que se
derriben estatuas con presunta premeditación y alevosía. Y aclarado eso, diré
que no encuentro mal que se termine de una vez con los símbolos del franquismo,
si queremos que España funcione de forma parecida a como lo hacen en el resto
de Europa. En este país, que yo sepa, no fue nunca condenado por la actual
derecha política el golpismo militar y la trama civil que nos llevó a la Guerra Civil ni sus símbolos,
que todavía quedan. No hay que olvidar, por otro lado, que Alianza Popular fue
un partido político formado en su día por siete exministros franquistas, entre
ellos Manuel Fraga. Hoy me entero de
que unos individuos han tirado al suelo en Villalba (Lugo) el busto existente
en su memoria. ¡Hombre, qué modales! ¿Y si lo llegan a romper? En efecto, Fraga
fue presidente de la Xunta
de Galicia, como recuerda hoy el diario ABC, pero fue también otras muchas
cosas, entre ellas ministro durante la Dictadura y ministro del Interior en el primer
gobierno de Arias tras la muerte de Franco. ¿Ya nadie recuerda los sucesos
de Vitoria? ¿Tan mala memoria tenemos los españoles? Villalba es sitio donde
nació Fraga y donde se ceban los mejores capones. Aunque ya tengo mis dudas al
respecto. Si hago caso a Pepe Iglesias,
excelente gastrónomo gallego, no es lo que parece: “Los animales que se venden
con todo boato como ‘Capón de Villalba’
en la feria organizada por el Exmo. Ayuntamiento cada 19 de Diciembre, ni son
capones, ni son de Villalba, así pues se puede afirmar que son un fraude
promovido por esa corporación. Para más dolo, a la
entrada de la feria hay un comité de veterinarios que examinan todos los pollos
que pretenden entrar en el recinto, excluyendo del certamen a todos aquellos
animales que carezcan de sus atributos sexuales, léase testículos. Es
decir, que los señores veterinarios contratados por el Exmo. Ayuntamiento,
certifican cada año que todos los pollos vendidos como capones en esa feria,
están sin castrar. Es un hecho fácilmente comprobable, que estos, los capones
sin capar, tampoco pertenecen a las razas reconocidas como propias de la
región, sino que son foráneas”. (…) “No es un capricho sádico el castrar a estos animalitos,
sino que esa operación tiene una función muy concreta, la de modificar el
metabolismo del ave durante su crecimiento, lo que provoca una infiltración de
grasa en su musculatura que da por resultado una carne jugosa, fina y sabrosa,
en vez de ese montón repugnante de grasa acumulada en el tejido adiposo del
animal que se exhibe en las actuales ferias como garantía de que allí todo se
hace mal”. En fin, ya se lo preguntaremos a Gerardo Criado, alcalde del PP, que tan indignado parece ahora con
el derribo del busto de Manuel Fraga, colocado frente a su casa natal en 1970.
No es la primera vez que sucede. Lo del fraude los capones, tampoco. Política y
gastronomía, sobre todo cuando se pagan en el restoranes de lujo copiosas
comilonas con cargo al contribuyente, suelen ir de la mano. Tal vez por ello,
haya tenido esa asociación de ideas.
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