Cuenta Pedro J.
Ramírez en El Español: “Quien
medra en cada compañía [en los medios] no es el periodista capaz e innovador,
no es el líder idealista y carismático, no es el intelectual comprometido que
marca una senda y encarna unos valores, no es el gestor eficiente que
transforma y optimiza los procesos productivos. No, quienes mandan hoy en la
mayoría de las principales empresas periodísticas son los comisarios políticos
que se han ganado la confianza del poder a base de adularle y velar
solícitamente por sus intereses, controlando las escaletas, moldeando los
editoriales, tomando decisiones extremas si llega el caso y manejando el guiñol
de las dos Españas para que, en esta encrucijada concreta, se activen a la vez
el voto y el negocio del miedo”. Y un poco más arriba, Ramírez es contundente:
“En el caso de los periódicos tradicionales el hundimiento del modelo de
negocio fruto a la vez de la crisis y de la revolución tecnológica, supuso
también el final de la independencia de las redacciones. En el momento en que
el cumplimiento de la función social de informar dejó de ser rentable, la
mayoría de los propietarios se echaron en brazos de quienes podían salvarles y
arrumbaron la primacía del periodismo para transformarse en gestores de
contenidos subvencionados. Fue entonces cuando los gerentes más avispados se
convirtieron en editores y los editores más timoratos se comportaron como
gerentes. Los unos se pusieron en primer tiempo de saluda y los otros
directamente de rodillas, mientras trataban a los directores como meros
recaderos y la guadaña de los eres diezmaba sistemáticamente las mejores
redacciones”. Ante ese panorama, (El País y ABC son claros ejemplos de ello, desde que el primero cayese en
manos de los bancos y el segundo dejase de ser, como dice Anson, el “ABC verdadero”)
sólo determinada prensa digital es digna de ser tenida en cuenta por los
amantes de la libertad de opinión. Sobre las televisiones (“la eliminación de
la publicidad en TVE y la
autorización de las fusiones de Telecinco
con La Cuatro y Antena
3 con La Sexta, en contra de los más elementales
principios de la defensa de la competencia”) corramos un tupido velo para
evitar que se corte la mayonesa política y empresarial con los desafueros más
evidentes. España merece un cambio de rumbo que no admite demoras. Hoy, 26 de
junio, san Pelayo, tenemos ocasión
de navegar esta la barquilla cañí a la capa; o sea, cazar bien la velas, dejar
el foque a la contra y girar el timón para que nuestra proa busque el viento. Lope de Vega está presente en la España de hoy: “Pobre barquilla mía/ entre
peñascos rota/ sin velas desvelada, / y entre las olas sola: / ¿Adónde vas
perdida?/ ¿Adónde, di, te engolfas?...”.
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