Según un sondeo para Securitas
Direct, el 20’42 % de los españoles manifiesta que no comprará productos
catalanes estas fechas navideñas. Desconozco el rigor de esa encuesta y
desconozco, también, si los españoles dicen la verdad. Supongo que murcianos,
aragoneses, riojanos, castellano-leoneses y montañeses (perdón, ahora se hacen
llamar cántabros), que dicen ser los más reacios a la compra de esos productos,
se referirán al cava. Pues nada, allá cada uno con sus preferencias. Es como si
yo afirmo que este año no voy aprobar los polvorones de Estepa por el farragoso
y corrupto asunto de los ERE’s en Andalucía, ni los amarguillos que con tanto amor producen las monjitas del Monasterio de Sancti Spiritus el Real, en Toro, provincia
de Zamora, por considerarme agnóstico y dogmatófago. Tampoco pasa nada si este
fin de año cambiamos el cava por la sidra El
Gaitero, famosa en el mundo entero, o el turrón de Alicante por las
barritas de guirlache de Zaragoza, de origen árabe aunque su nombre proceda del
francés “grillage”. Teodoro Bardají escribió una de sus fórmulas:
“Para hacer el caramelo se vierte el azúcar en una sartén con un chorro de
agua. Hay que ir moviendo de vez en cuando la sartén o removiendo la masa para
que se cocine de forma uniforme. No es fácil hacer un buen caramelo. Hay que
controlar con mimo la temperatura y sacar la sartén del fuego en el momento
adecuado, es decir, cuando llega a unos 180º. Si nos equivocamos podemos
terminar con el caramelo quemado o lleno de grumos. A la sartén se añade el
zumo resultante de exprimir medio limón. El objetivo es evitar que el azúcar se
pegue al recipiente. Después se remueve hasta que el caramelo alcance el tono
marrón que le caracteriza y se añaden las almendras, tostadas previamente. La
masa se ha de remover con cuidado, evitando que cristalice antes de tiempo. Al
final se echan por encima de esa mezcla compacta unos anises de confitería”. El
guirlache se suele comercializar en forma de barritas. Los fabrican de forma
insuperable Alejandro Molina en la
antigua Pastelería Fantoba, en
Zaragoza, y la Confitería Micheto, en
Calatayud.
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