Conservo un librito, “Otras
lecciones de cosas”, de Joaquín Pla
Cargol, que me encanta releer. Es una edición en cartoné (Ed.
Dalmáu Carles, Pla, Gerona, 1935) con 150 grabados. Parece increíble cómo
en apenas 200 páginas se puede escribir de microbios, volcanes, la navegación
submarina, la radiotelegrafía, los tiempos cosmogónicos, etcétera. Por ejemplo,
sobre los dirigibles, se hace referencia a la importantísima línea
Sevilla-Buenos Aires, servida por zeppelines que realizaban el viaje en poco
más de 3 días. Y al referirse a las razas humanas, se señala que “la raza negra
tiene el color negruzco-azulado, los labios muy grandes y prominentes, la nariz
exageradamente ancha, cabello negrísimo, ensortijado, y pómulos muy salientes”.
Descrito de esa manera, da la sensación de que se estuviera refiriendo al
fantasma de Los Monegros. En fin, “Otras
lecciones de cosas” es como la
continuación de “Lecciones de cosas”,
aquel manual pedagógico de principios del siglo XX tan socorrido en las ayudas
a educandos. Según Juan Carlos Delgado
Madrid (ABC, 18/01/2008) el libro
“Lecciones de cosas” (predecesor de “Otras lecciones de cosas”) “fue
compañero de los trabajos y los días de la infancia y de los maestros. Detrás
de cada página había un intento de iniciar a los pequeños lectores en numerosos
conocimientos y despertar la observación, la intuición y la invención por medio
de la iconografía”. Estos días de frío viene bien repasar esos libros que
duermen en una repisa llenos de polvo y olvido, junto a la edición encuadernada
de “Gente Menuda” (hasta junio de
1936), “El Tesoro de la Juventud”, algunos
libros de asuntos regionales en su día donados por las cajas de ahorro a cambio
de ingresar algún dinero en la cartilla, unos viejos tratados de contabilidad
de León Batardón y algunos
ejemplares de “La Novela Corta” con
escritores de la talla de Zamacois, Cansinos Asens, Álvaro de Retana, Emilio
Carrere, José Francés..., este
último hoy tan olvidado. Ya pocos recuerdan a ese funcionario de Correos que a
veces firmó con el seudónimo de Silvio
Lago, que obtuvo el Premio Nacional
de Teatro en 1948 con su tragedia “Judith:
tragedia en seis jornadas”; y que por ironías del destino nunca se representó en un escenario.
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