Hoy, día de los Santos
Inocentes, me entero por la prensa de que Mariano Rajoy se ha reunido por la mañana con Albert Rivera para analizar la situación catalana. Pensaba que de
ahí iba a salir algo útil para España, pero no. Ambos líderes de la derecha han
llegado a la conclusión de que es necesario que el próximo Govern, surgido de las urnas del pasado día 21, deba respetar la Constitución. Parece el milagro de san Ponciano,
que con agua y tierra hizo barro. Esa reunión en Moncloa entre Rajoy el jefe de
su marca naranja, para llegar a la
conclusión de que el Govern debe
respetar la Constitución Española,
se me antoja mera tautología. Repetir un pensamiento machaconamente y enfatizar
las ideas no significa avanzar en el diálogo. Pues miren, la cosa es sencilla.
Si el Govern se saliese de madre, se
podría volver a aplicar el artículo 155, todavía en vigor, y santas pascuas. Lo
que no se puede ni se debe es repetir las elecciones catalanas hasta que salgan
los resultados que Rajoy desea, menos aún cuando en Cataluña todos los
parlamentarios del PP surgidos del frío (primero fueron 3, ahora resulta que
son 4) caben en un taxi, o en un turismo de UBER, sin apretujones. Es muy
fácil: que Arrimadas, alzada con el
santo y con la peana por mor de la afición en los últimos comicios catalanes,
intente formar gobierno; y si lo consiguiese, adelante con los faroles. Lo que
sucede es que las coaliciones de partidos, ay, todo lo desbaratan, que el asunto se
resuelve haciendo unas simples sumas, y que los faroles me traen el recuerdo
del rosario de la aurora. Lo que no recomiendo en ningún caso es el regreso por
segunda vez del Séptimo de Caballería,
del general Custer (ahora desdoblado
en Sebastián Trapote y en Ángel Gozalo), ni el amarre de barcos-dormitorio en el puerto de Barcelona, de
los que se quejaron por su comida y la estrechez de sus camarotes todos sus
inquilinos: desde el cabo Rusty y el sargento Biff O'Hara hasta el perro Rin Tin Tín.
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