Comenta la prensa aragonesa que el nuevo alcalde de
Zaragoza, Jorge Azcón, ha vuelto a
colocar un retrato del actual Jefe del Estado que el anterior alcalde, Pedro Santisteve, había metido en el
cajón de los recuerdos. Se trata de un retrato de Felipe de Borbón cuando era cadete en la Academia General Militar.
Es decir, que Pedro Santisteve no había escondido un retrato del actual monarca
sino del entonces heredero de la Corona posando con aspecto aniñado y vestido con
uniforme militar. Dios sabe cuántas fotos viejas estarán dormidas en el ángulo oscuro, silenciosas y cubiertas
de polvo, como escribió Bécquer en
su Rima VII. Ha sido necesario que
llegase un “Lázaro”, en este caso un
nuevo alcalde, para que la repusiese en un lugar preeminente de su despacho.
Recuerdo que un día, visitando la Sociedad Azucarera Leopoldo (que así se
llamaba entonces) en Miranda de Ebro, siendo director José Ignacio Monasterio, le pregunté a aquel viejo amigo sobre una
piedra caliza bastante grande que tenía depositada en su despacho. Me comentó
que estaba en un sector de esa fábrica, no sé ahora si en carbonatación, o en
las tachas, que eso da lo mismo, para que los trabajadores posasen el botijo.
Estaba escrito a cincel el nombre del rey y la fecha de inauguración. Era, como
digo, la primera piedra de aquella factoría inaugurada por Alfonso XIII en 1925, siendo alcalde Antonio Martínez y merced a los auspicios del diputado a Cortes, José María de Alfaro. Dieciocho años
antes, el domingo 7 de julio de 1907, el rey, entonces acompañado por el
presidente del Consejo de Ministros, Antonio
Maura, y por el ministro de Gobernación, Juan de la Cierva, le había concedido durante su estancia veraniega
en La Granja de San Ildefonso el título de Ciudad a la que hasta entonces era
villa. Tenía Miranda de Ebro 7.000 habitantes, se acababa de inaugurar su plaza
de toros y hacía cuatro décadas que contaba con estación de ferrocarril, concretamente
desde 1862, explotada por la Compañía de
los Caminos de Hierro del Norte de España, y construida con aire victoriano
según proyecto del ingeniero inglésCharles Blacker Vignoles, que le añadió
dos grandes viseras de 90 metros, una por cada lado de la estación de la línea
Castejón-Bilbao. En la foto que acompaño
quedó plasmada la inauguración de esa azucarera burgalesa que llevaría el
nombre de Leopoldo en memoria de Leopoldo Lewin Auser, empresario alemán
fallecido el 13 de septiembre de 1923. Nunca he sido monárquico, pero ni el retrato del entonces príncipe de Asturias, ni la piedra inaugural
de la Azucarera Leopoldo que recuerda la visita de su augosto bisabuelo a ese ingenio, a mi entender, merecen el olvido.
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