Lo que está aconteciendo en Andalucía era de
esperar. Uno siempre debe saber con quién se juega los cuartos. En Andalucía,
digo, Moreno necesitaba los votos de
Vox para alzarse con el santo y la limosna, es decir, para ocupar el despachito
de Susana Díaz en San Telmo, otrora
Escuela de Nautas y Mareantes. Y Moreno, al que por el Sur llaman Juanma, que queda como más propio de
pijo de Los Remedios, necesitó los votos de Ciudadanos y Vox para la
consecución de tal menester. Supuso, y supuso mal, que Ciudadanos le ayudaría a
gobernar un territorio de difícil manejo, mientras que Vox ejercería de
convidado de piedra. Ellos iban a levantar alfombras, descubrir todos los
trapicheos socialistas en la Junta, sanear las listas de espera en los hospitales
y crear un plan para que la industria andaluza “ganara músculo”. Pero el frágil
tripartito ya ha sufrido su primer zarandeo. Vox exige que Casado rectifique unas declaraciones donde afirmó que “Abascal ha vivido del PP y que su
partido es de extrema derecha”. Lo que está sucediendo en el Sur me recuerda la
fábula del escorpión y la rana por todos conocida. PP y Ciudadanos necesitaban
el voto de Vox para poder apear de su peana a Susana Díaz de la misma manera
que el escorpión necesitaba de la rana para atravesar el río sin ahogarse. Pero
en el inicio del trayecto, cuando hay que aprobar los presupuestos, el
escorpión que lleva dentro Vox ha picado a la rana. Alejandro Hernández, portavoz parlamentario de Vox en Andalucía ha
dicho que “no parece razonable sentarse a negociar con quien nos insulta”. Pero
ni los del PP ni los de Ciudadanos entienden ese cambio de rumbo de Vox, de la
misma manera que la rana no entendía por qué le había picado el escorpión. La
respuesta de Vox es que ellos hacen “política transversal”, que no es de
derechas ni de izquierdas. Asombrosa respuesta, como la del arácnido aupado sobre
la rana, cuando ésta le preguntó por qué le había hincado su aguijón: “Está en
mi naturaleza”. En el actual tripartito andaluz, dos de los tres partidos que lo componen (Vox y Ciudadanos) tiene una
experiencia política de la solidez del chamizo de un melonero. Como señalaba Juan Eslava Galán en una “Tercera” de ABC (30/12/18): “Nos está saliendo muy
cara la chapuza que determinó la desmembración de España en diecisiete reinos
de taifas, cada uno con su gobierno, su parlamento, sus instituciones y sus
improvisadas señas de identidad, lo que produjo una clase política parasitaria
cuyo trabajo consiste en entorpecer la vida del ciudadano productivo”. Y
Eslava también recordaba en aquel mismo artículo a Tarradellas, cuando dijo aquello de que “en política se puede hacer
todo, menos el ridículo”.
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