Mucho criticaron los ciudadanos la entrada de Vox en
el Parlamento andaluz y no menos, las
posteriores alianzas del tripartito de la derecha para poder gobernar municipios
y nombrar alcaldes. El actual empeño de Iglesias
en entrar en el Gabinete de Sánchez también
nos tiene desconcertados. Ciertamente, el PSOE necesitará pactar con otras
fuerzas políticas para lograr la
investidura de alguien que consiguió echar del Gobierno a un Mariano Rajoy abrumado por la
corrupción de su partido. El PSOE cuenta, como digo, con 123 escaños y
necesitará ayudas. Pero no será necesario, a mi entender, que Sánchez se
doblegue ante un partido, Unidas Podemos, en clara regresión y que en los
últimos comicios perdió 29 diputados, quedándose sólo con 42. La suma para obtener
mayoría absoluta no sale ni de coña. Si Vox equivale a la ultraderecha, Unidas
Podemos se corresponde con la ultraizquierda. No gusta. Tampoco se entiende muy
bien en qué consistirá eso de la “colaboración preferente” a lo largo de la XIII
Legislatura. Ahora sabemos que la reunión de ayer entre Sánchez e Iglesias no
fructificó. Fuentes socialistas anunciaron tras la entrevista que tienen “posiciones
muy alejadas”. Iglesias, por el contrario, entendía que “no le importaba el
nombre, pero que para él la presencia de personas de su formación se daba por
sobreentendida”. ¿Acaso gustaría a los votantes del PSOE la presencia de
Iglesias en el nuevo Gabinete? Entiendo que no. La estampa de un grupúsculo
rompedor crearía, por otro lado, una gran desconfianza a los amos del dinero.
Los más viejos del lugar todavía tienen fresco el azaroso mitin de Largo Caballero en Linares, el 20 de
enero de 1936: “... la clase obrera debe adueñarse del poder político,
convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el
que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la
Revolución”; u otro anterior, de
febrero de 1933: “Si no nos permiten conquistar el poder con arreglo a
la Constitución… tendremos que conquistarlo de otra manera”. Sánchez no
debe padecer el “síndrome del salmón”, es decir, nadar contra corriente y tomar decisiones política
imprevisibles y alejadas de los centros oficiales. Tampoco deberá tener un gabinete
en la sombra horadando como una termita. Para tranquilidad de los ciudadanos, eso
de la “colaboración preferente” con Unidas Podemos debería ser matizado por el aspirante a presidir el Gobierno. El Ejecutivo que está por venir deberá
estar presidido por la transparencia y el respeto a los ciudadanos. La ley del silencio siciliano, la omertá, podría llevarnos al borde de un cantil
que nadie desea.
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