El control de horarios en la jornada laboral me
parece necesario siempre que ello sirva para controlar esas horas
extraordinarias que ni empresario ni trabajador
cotiza a la ruinosa Seguridad
Social. Todo aquello que sea eliminar dinero negro me parece, como digo,
excelente. Pero las cosas no son blancas y negras. Hay matices de colores.
Quiero decir con ello que los políticos que hacen las leyes en la Cámara Baja
no pueden de ninguna de las maneras sufrir de acromatopsia, ese desorden de la
visión para conocer si una fruta está madura o verde, o tener problemas para
elegir la corbata, si es que llevan corbata en sus escaños por respeto a
aquellos ciudadanos que les votaron. Lo que ya no parece de sentido común es
que deban fichar los marineros en alta mar, las empleadas de hogar, o los
monjes en el cenobio. Dedicarse a la contemplación es tarea difícil de ponderar.
Aquí, en el ojo de político, todo parece blanco o negro. Cuando hay que fichar,
que lo hagan todos menos ellos. Ya lo dijo Machado:
“El ojo que ves no es ojo porque tú lo
veas; es ojo porque te ve”. A
nuestros políticos les faltan en los ojos conos y les sobran bastones, y así
nos corre el pelo. El Real Decreto Ley 8/2019 del 8 de marzo establece la obligación del registro de la entrada y salida de los trabajadores y
obliga a las empresas a su cumplimiento y a conservar esos registros durante
cuatro años. Tal es así que, llegado el caso, puede un inspector acudir a una
empresa y pedir esas fichas, pongamos por caso, del quincuagésimo noveno día de
2016. El empresario no podrá entregarle los datos de ese día, 28 de febrero, por
dos razones de peso: una, porque aquel día era domingo; y otra, porque la
empresa está ubicada en Sevilla y esa fecha coincidía con el Día de Andalucía. Pero
la inspectora, que se llama Aventina Lanestosa
Betrián, recién llegada de Astorga, desconoce esos pormenores. Y así todo.
A más, a más, como dicen los catalanes, en aquella fecha la plantilla contaba
con 40 trabajadores, de los que sólo quedan en activo 7 de ellos y la empresa
se encuentra en la actualidad en concurso de acreedores. Vamos que la próxima
vez que acuda esa inspectora pálida y con el pelo azabache, si es que vuelve
alguna vez, en lo que era la empresa puede que exista una nave disponible con
un cartel en la puerta que informe: “Aquí
murió el Piyayo”, como en la canción de Juanito Valderrama que arranca con una petenera de Chacón: “Ve acá, remediaora / y remédiame mis males, / que si tú no lo remedias,
/ ya no lo remedia nadie”.
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