Cuando yo era niño -recuerdo-todos los lunes me
preguntaba don José, el maestro, por
el color de la casulla del cura oficiante de la misa el día anterior. Era una
manera de comprobar él si yo había o no escuchado la misa dominical, que
entonces se oía sin que entendiera nada. Era en latín, de espaldas a los fieles
y el monaguillo le contestaba al oficiante sin saber qué respondía. Por
ejemplo, decía el cura: “Et introibo ad
altare Dei” y el monaguillo, como un papagayo, recitaba de corrido: “Ad Deum qui laetificat iuventutem meam”.Y
así, más de media hora que duraba el culto incluida la densa homilía. Pasados
los años, pese a que no voy a misa salvo en situaciones ineludibles, como una
boda de compromiso, o un oficio de difuntos, también con la ayuda de mi taco de
los jesuitas de Bilbao he conseguido
descifrar algo sobre los colores de las casullas. Sé que con la fiesta de
Pentecostés culmina el tiempo pascual y que a partir de mañana se cambia el
color blanco por el color verde del Tiempo Ordinario y el cirio pascual se
coloca en el baptisterio. Pero el color blanco también se usa en la Natividad,
en Todos los Santos, y en algúnotro día
suelto. El color rojo se usa en domingo de Pasión, Viernes Santo y domingo de
Pentecostés. El rosa, sólo dos veces al año: el tercer domingo de Adviento y el
cuarto de Cuaresma. El negro y el morado en misas de difuntos. Finalmente,el azul, el día de la Purísima Concepción. También
siendo niño –recuerdo- solía acudir en Lugo con mis abuelos a casa de una
señora, la viuda de C., muy rica y que
tenía oratorio en su domicilio, además de casullas, amitos, roquetes, etcétera,
que guardaba afanosamente en un ropero especial, o sea, un armario empotrado
con una serie de cajones. También había cálices, patenas, copones, navetas,
campanillas…, hasta una custodia! Siempre me impresionó mucho aquel oratorio y
aquella señora tan educada, por entonces ya nonagenaria. También el ascensor,
sólo de subida, estrecho, con espejo y
asientos corridos laterales de terciopelo rojo. Ya no hay casas así, con
armaduras completas en los recodos de los pasillos y doncellas de uniforme,
cofia y guantes blancos. Por aquellas fechas de 1954 Lugo conmemoró el
cincuentenario de la coronación de a la Virgen
de los Ojos Grandes (acontecida el 15 de agosto de 1904) con gran pompa y
devoción mariana. Estuve presente en el acto del cincuentenario en un balcón de
la calle de la Reina. Fue el último verano que pasé en Lugo y pude caminar por
sus murallas y siempre de la mano de mi abuela. Por traslado de mi abuelo, a
partir del año siguiente cambiamos de paisaje y de paisanaje.
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