A nadie, al menos que yo sepa, le gusta limpiar una
mesa después de una autopsia, maquillar cadáveres o ayudar a morir a un enfermo
terminal. Pero hay gente para todo, incluso voluntarios que encuentran en ello
una forma de redención de no sabemos qué. Las lágrimas hay que saber tragarlas
en silencio. Son de sabor salado y limpian el garganchón. ¿Ha oído usted, amigo
lector, nombrar alguna vez qué es eso de las lágrimas de Batavia o gotas del príncipe Rupert? Pues se lo explico. Son unas gotas de cristal
fundido que echadas en agua fría se templan como el acero y toman una forma
ovoide, como todas las gotas. Ahora bien, como se rompa la punta en forma de
lezna de una de esas ampollas, ésta explota y todo se reduce a un polvillo muy
fino, como de polvo de ala de mariposa. Cosa distinta son las lágrimas de
cocodrilo. Yo no sé qué es eso de la conciencia, al menos como la entienden los
místicos. Sólo conozco la ética, que es como el grampín para la trabazón en la
dignidad. Hay ricos porque existen los pobres. La sociedad, que hoy se
manifiesta por las calles de Sevilla, de Toledo y de Daroca celebrando eso que
llaman el Corpus, es hipócrita y
servil. La Guardia Civil fue creada por Bravo
Murillo (el duque de Ahumada
sólo recibió el encargo del presidente del Consejo de Ministros) para defender los intereses de los terratenientes.
La sociedad hoy entrega armas a la Policía para que defienda a cualquier
ciudadano, ya sea rico o pobre. Esa es la clara diferencia conceptual en un
Estado de Derecho. La fortuna nunca cayó de las nubes. ¿Quiénes se hicieron de
oro con la Desamortización? ¿Y con los trazados de ferrocarril? ¿Y con los
negocios de los políticos tras la Restauración? En los últimos años del siglo XIX, Valentín Almirall denunciaba el
maridaje entre los intereses de la política y los negocios ferroviarios. “En
España -decía- las compañías de ferrocarriles se apresuran a introducir en sus
consejos de administración, con sueldos muy sustanciosos, a los principales
políticos de todos los partidos para tener, sea cual fuere la forma de gobierno
y sea cual fuere el partido que ocupe el poder, personas que cuiden de sus
intereses dentro del Ministerio. De este modo, siempre ganan sus pleitos contra
los particulares…”. Sostiene Antonio
Burgos hoy en ABC que “la mañana
y [falta el artículo determinado femenino singular ‘la’] procesión del Corpus tienen
mucho de patrimonio inmaterial de Sevilla”. También aprovecha para recordar al lector la
letra del himno oficial del XXII Congreso Eucarístico Internacional que se
celebró en Madrid en junio de 1911, compuesto por el agustino Restituto del Valle y el vasco Juan Ignacio Busca, que dedicaron a la infanta Isabel de Borbón. La cabra siempre tira al monte.
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