martes, 28 de enero de 2020

En busca de lo obsoleto



Aquí todo vale. Ahora resulta que se va a subastar la última pajita de plástico de la empresa McDonald’s metida dentro de un cuadro. Las pajitas de plástico dejarán de usarse en esos establecimientos de comida rápida el próximo 24 de febrero. De ahí su valor simbólico. Será cuestión de rebuscar en cajones de cocina y desvanes por ver si aparecen esos adminículos culinarios que ya son historia. Por ejemplo, aquellas llaves con ranura incorporada para abrir latas de conserva; los viejos sifones de cristal tan peligrosos si no llevaban forro; las arcaicas botellas de coca-cola con el nombre estampado en el vidrio; las ruedecillas con borde zigzagueante  y mango para sellar empanadillas; las viejas máquinas caseras de capolar provistas de manubrio; las cajas de cerillas; los coladores de café de puchero en forma de capirote; las tarteras de barro; el almirez de cobre; el molinillo de café con manivela; la marmita de hierro estañado; o el peso heredado de la madre de la bisabuela, que no tenía como unidad el gramo, donde resulta que al pesar kilo y medio de harina nos vemos obligados a tener que consultar la “Aritmética razonada”, de José Dalmau Carles (de texto en las escuelas Normales y de Comercio por R.O. de 11 de febrero de 1897), etcétera, donde compruebo que en Zaragoza, que es donde resido, el quintal equivalía a 4 arrobas; la arroba, 36 libras; la libra, 12 onzas; la onza, 4 cuartos; y el cuarto, 4 adarmes. En el resto de España, los pesos y medidas cambiaban según la provincia. Vamos, un lío. Menos mal que yo sigo conservando un ejemplar de aquella “Aritmética razonada” que adquirí en una librería de Bilbao en 1966, por recomendación de mi abuelo materno, que sabía mucho de cuentas.

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