Hoy se cumplen 75 años de la liberación de la mayor
fábrica de muerte, Auschwitz, en Polonia.
El ejército ruso liberaba a más de 7.000 prisioneros en ese campo de
prisioneros. La consecuencia de todo ello es que más vale una democracia,
aunque sea mediocre, que un régimen totalitario. Pero hemos cambiado de siglo
hace ya 20 años y esperamos todos que esos ominosos crímenes que constituyeron
el Holocausto no vuelvan a repetirse nunca. Como dijo Albert Camús:
“El fin nunca justifica los medios. Son los medios los que justifican el fin”.
El nacionalsocialismo no aceptó los términos del Tratado de Versalles. Alemania no pudo pagar las indemnizaciones
derivadas de la Primera Guerra Mundial y la Depresión del 29 agravó más la
crisis germana. Fue entonces cuando apareció en escena un loco, Adolf Hitler, que en 1934, a la muerte
de Hindenburg, fue asignado sucesor
con el título de Führer, adoptando como símbolo y bandera la esvástica colocada
dentro de un círculo blanco y rodeado de un campo rojo. Comenzaba el Tercer Reich. Lo que vino después es
bien conocido. El balance final de aquella contienda fue de alrededor de 60
millones de muertos entre civiles y militares, entre los que se incluyeron
22.000 españoles.
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