El 12 de septiembre de 1913, con
motivo de las fiestas patronales de Calatayud en honor de la Virgen de la Peña
se celebró una corrida de toros en el Coso Margarita. Resumo lo que contaba sobre
el triste suceso un diario local, El
Regional. Tres cuartos de entrada. A las
cuatro en punto llegó a la Plaza el alcalde, Francisco Lafuente, que ejercería de Presidente. Participaban en la
lidia Luis Freg, Gallito Chico y Limeño. Llegado el momento, salió
al ruedo el primero de la tarde, de la ganadería de Vilalón marcado con el
número 33. Era cárdeno y se llamaba Ruidoso. Le correspondió la lidia a Freg. El toro recibió cinco
puyazos de los varilargueros Carriles y
Carnero. En el quite estaban Freg y Gallito
Chico. Con el cambio de tercio, el morlaco recibió tres pares de banderillas de
los subalternos Carmonita, Pajarito y Escolá. Luis Freg saludó a la presidencia y abrió la muleta. A la
hora de matar, pinchó en hueso. Finalmente le colocó un estoque ladeado que
terminó con la vida de Ruidoso con un vómito de sangre. El segundo de la tarde, que correspondía en suerte a Gallito Chico,
llevaba el número 29, era cárdeno y bragado y se llamaba Artillero. Era asustadizo y saltó la barrera. El público demandaba
que fuese devuelto al corral, pero el presidente ordenó que le fuesen aplicadas
banderillas de fuego. Pero el público seguía protestando. Ante esa indeseable
situación que amenazaba el orden público, los tres espadas subieron al palco
presidencial para hablar con el Alcalde convertido en Presidente. En esas
estaban cuando apareció en la plaza un espontáneo que había saltado desde el
tendido y citó al toro portando una chaqueta en la mano. Intentó dar un pase
pero la mala fortuna hizo que fuese enganchado por la ingle, manando mucha
sangre. Al tiempo que un peón de brega conseguía conducir el toro a chiqueros,
el desafortunado espontáneo era conducido a la enfermería. Sólo sobrevivió
veinte minutos. Nada pudieron hacer por él los facultativos Ferrer y Gil, ayudados por el
practicante Lozano. El capellán del
Hospicio, de nombre don Ramón, le
administró la extremaunción. El espontáneo era Calixto Abad, tenía 30 años, era oscense de nación aunque vecino de
Zaragoza y estaba casado. Regentaba una peluquería en el número 7 de la zaragozana
calle Heroísmo, en el barrio de la Magdalena. En su ropa portaba dos anillos,
una cartera con 41’90 pesetas, un recibo de haber pagado la contribución de su
negocio y una partida de nacimiento. Terminada la corrida fue conducido su
cadáver al Hospital custodiado por unos números de la Guardia Civil. Según la
autopsia practicada, tenía una herida de asta de toro en la cara anterior del
muslo izquierdo de ocho centímetros de extensión y doce centímetros de
profundidad, con destrozos en el paquete muscular y rotura de la arteria
femoral. No sabemos si la corrida fue suspendida de inmediato o si corrió el turno de lidia a Limeño. Nada más añadía el diario
bilbilitano en su crónica el mismo día de la tragedia.
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