jueves, 23 de enero de 2020

La cuadratura del círculo



Recuerdo cuando estudiaba dibujo lineal en Bachillerato que uno de los “problemas” consistía en construir una circunferencia a partir de tres puntos no alineados. Es lo que sucede en el icono “La Trinidad”, de Andréi Rublev, donde los tres puntos separados serían las cabezas de los tres ángeles y su centro para hincar el alfiler de la bigotera se encontraría en el fondo del cáliz posado sobre la mesa. En 1425,  Rublev pintó el icono en memoria del santo ruso Sergio, y se encuentra en Moscú. A partir de entonces, se ha intentado entender el misterio de la Santísima Trinidad por medio del cuadro, que es poco más o menos como pretender demostrar la cuadratura del círculo. En ese icono se puede trazar, de igual manera, un triángulo equilátero si se unen los dos extremos de la mesa con la cabeza del ángel central. Ese icono, también llamado “La hospitalidad de Abraham” representa a los tres espíritus celestes que  visitaron al padre del judaísmo, Abraham, en el encinar de Mambré, o Mamré, mientras que Sara se dedicaba a sus labores de ama de casa (según se describe en Génesis 18, 1-8), donde Yahvéh se le apareció junto a la encina en el terebinto de Sikem, esa garganta estéril donde David tomó en su día las cinco piedras para combatir a Goliat, si hacemos caso al relato breve “Los caballos de Abdera”,  de  Leopoldo Lugones. Y en aquel lugar, junto a la encina, Abraham recibió “de primera mano” la noticia de que la furia de Dios iba a destruir las ciudades de Sodoma y Gomorra a la caída de la tarde. Y así aconteció, mientras Lot permanecía sentado en la puerta de su casa a la espera de poder ver in situ como testigo de excepción los tremendos acontecimientos. Luego llegaron otras interpretaciones de las figuras del icono. Los tres ángeles representan a la Divinidad: el Hijo, en el centro; el Padre, a la izquierda;el Espíritu Santo, a la derecha; el rectángulo con las cuatro esquinas de la mesa representando el orden de la creación del mundo; la encina de Mambré equivalente al árbol de la vida; en la copa y de cuerpo presente el cordero que Abraham ofreció a los ángeles…, etcétera. Ya lo dijo Campoamor: “Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira”.

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