domingo, 5 de enero de 2020

Tromba de buscavidas



Jesús Cacho se pone duro en su artículo de Vozpópuli, “Las mentes vacías, las neveras llenas”, y saca a colación a José María Gil Robles y a Manuel Azaña en lo referente al devenir histórico de España y a su fragmentación en nacionalidades y regiones, “donde la Constitución establece unos mecanismos de relación entre los poderes del Estado que acabarán porque no exista en España una democracia sino una partitocracia, es decir, el triunfo de los partidos políticos, equivalente de hecho al triunfo de la minoría que mangonea esos partidos a base de una mayoría de diputados sumisos y transigentes, y una opinión pública totalmente marginada” (Gil Robles). “Sin auténtica separación de poderes –señala Cacho-, la corrupción ha sido el pedernal que ha ido desgastando los perfiles de una democracia anémica y mal servida por la ausencia de instituciones y organismos de control independientes del Ejecutivo, capaces de haber metido a tiempo en la cárcel a los grandes ladrones. Corrupción del felipismo y corrupción no menor del rajoyismo. Majestuosa corrupción en el caso de Juan Carlos I, la mancha de aceite que desde lo más alto salpicó a toda la sociedad”. De la misma manera, las Comunidades Autónomas, esa parte integrante del Estado, que dijera Azaña, ha sido caldo de cultivo para la aparición  de caciques locales que, como bien  se señala Cacho, “picotean en el cuerpo exangüe que nuestra desacreditada  partitocracia, donde acude ahora toda clase de cuervos ávidos de sacar tajada. Justo castigo a la socialdemocracia, de derechas y de izquierdas, que ha gobernado este país desde la muerte de Franco y que se ha mostrado incapaz de regenerarse desde dentro. Caciques locales, como los de Teruel Existe, lugareños avispados dispuestos a labrarse un futuro sobre las aspiraciones de la pobre gente olvidada, ajena al cogito ergo sum. [Descartes. Discurso del método: “Pienso, luego existo”.] Epígonos del cántabro Revilluca  encantados con la idea de hacerse famosos sobre los tablaos de Telecinco y La Sexta. Detrás de los de Teruel vienen los caciques de Soria, los de León (“Si todo el mundo tiene su chiringuito, León tiene más derecho que nadie”), los de Cartagena (contra Murcia), los de Linares (“Jaén nos roba”), los del Bierzo y los que caigan. Todos dispuestos a unirse al cortejo que encabezan los separatismos catalán y vasco, enemigos de la unidad y la igualdad entre españoles”. España en almoneda”. La España vaciada ha servido de excusa perfecta para la “aparición en tromba de buscavidas” de todo pelaje dispuestos a poder servir de bisagras si fuese menester a mayor gloria de los líderes de los partidos consolidados. Son, digo, como esos peones de la cuadrilla que tapando con el capote la visión del toro, llegado el caso, salvan al maestro de terminar en la arena como el pobre  Manuel Granero por la embestida en 1922 de aquel toro del duque de Veragua (asesinado durante la Guerra Civil), de nombre Pocapena, como narró Hemingway en su novela “Muerte en la tarde”.

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