lunes, 6 de enero de 2020

Se acabó el carbón



Leo en La Vanguardia que “España abandona el carbón”. Esa noticia pondrá muy contentos a los niños en las futuras visitas de los Reyes Magos. “¡Se acabó el carbón!” es una vieja expresión que equivalía a decir que “se acabó lo que se daba”. Se cuenta que un carbonero de Madrid, al comienzo de la guerra civil, puso un cartel en la puerta de su negocio que decía: “Se acabó el carbón. A partir de ahora, leña”. Todos sabemos cómo acabó aquello. Lo cierto es que el carbón hace referencia a Krampus, el hermano malo de Santa Claus, un personaje flaco que salía a la calle con una vara para castigar a los niños que no había descubierto a su hermano, el caníbal  Krampus veinte días antes. Lo que sucedió fue que Washington Irving y la empresa de Coca Cola cambiaron el personaje y su ropa, que del verde pasó al rojo, y aquel hombre flaco se convirtió en un viejo bonachón que iba a bordo de un trineo. El carbón que se entregaba a los niños era el que más tarde iba a ser utilizado para el fuego de la caldera de Krampus donde esos niños iban a ser cocidos y devorados sin contemplaciones. En los cuentos infantiles de Grimm, las brujas les apretaban a los niños los brazos para ver si ya estaban tiernos para hacer con ellos un guiso. En España, esa tradición maléfica austríaca se suavizó con las figuras de los Reyes Magos, unos personajes de piel blanca, negra y amarilla, como los habitantes de los tres continentes entonces conocidos, que llegaban desde Oriente para entregar regalos a los niños que la noche anterior habían colocado sus zapatos en la ventana del dormitorio. Pero la tradición de los regalos en la fiesta de la Epifanía parte de la época romana y de las Saturnales, entre el 17 y 24 de diciembre, en honor a Saturno, dios de la Agricultura.  Esas fiestas terminaban el día 25 de diciembre con la celebración del Sol Invictus, cuando las horas de luz solar comenzaban a crecer. Los cristianos copiaron la fórmula, haciendo coincidir tal fecha con la del nacimiento del Nazareno. La tradición de santa Claus tuvo su origen en Turquía, a finales del siglo III, cuando un niño de nombre Nicolás se quedó huérfano y heredó una gran fortuna de sus padres. Años más tarde, el menor se convirtió en un sacerdote que destinó parte de su fortuna a ayudar a niños y desamparados.

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