Me parece una acertada
idea que el Ministerio de Cultura haya corrido un tupido velo ante el deseo de Pablo Linares Clemente, presidente para
la asociación Defensa del Valle de los Caídos, que solicitó en 2018
una declaración de Bien de Interés
Cultural para ese espacio macabro y fuera de lugar del paraje de Cuelgamuros, en plena la Sierra de
Guadarrama, por considerar -así lo
señala Isaac Sastre, director
general de Patrimonio General y Bellas
Artes- que “no se trata de un
monumento arquitectónico de singular importancia. Además de ello –sigue aclarando Sastre- adolece de las características técnicas
necesarias para este tipo de expedientes, que exige el artículo 11 de la Ley 16/1985, de 25 de junio, de Patrimonio Histórico Español, como la
delimitación del entorno afectado por la declaración y las partes integrantes
bien diferenciadas, así como las pertenencias y los accesorios comprendidos en
la declaración. Además de ello, su construcción produjo una
alteración notable del entorno natural sin haber previsto las consecuencias que
la intervención podría causar en las condiciones medioambientales".
Vamos, que es una birria de santuario incrustado en una caverna hecha al efecto, que rompe el bello paisaje
de una sierra y que lleva añadida una enorme cruz hueca de 152,2 metros; que, para
mayor inri, fue construida en la cima de un risco por prisioneros de guerra republicanos. A mi entender, ese enorme osario debería dejar de mantener la abadía de benedictinos que
vive desde 1958 a costa de Presupuestos, desacralizar la
iglesia, quitar la cruz del
paisaje serrano, sacar los restos de Primo de
Rivera de su espacio privilegiado en el altar desde el 30 de marzo de1959 y
trasladarlos a un lugar más discreto; y lo más importante de todo: transformar su conjunto en un gran cementerio
civil. La ley prevé, también, la
anulación de medallas y títulos nobiliarios concedidos por Franco. Es la única manera de respetar la Ley de Memoria Democrática, aprobada en comisión en el Congreso de
los Diputados con el respaldo de PSOE, Unidas Podemos, PNV y Bildu, ahora solo pendiente de
tramitación parlamentaria. En esa Ley hay un punto que reconoce a las
víctimas de violaciones de Derechos Humanos hasta 1983, que incluirá a quienes
sufrieron torturas o fueron objeto de la llamada 'guerra sucia' contra ETA
durante los cinco años posteriores a la aprobación de la Constitución y que
podría afectar a los GAL en el primer año de Gobierno de Felipe González. Es decir, donde se incluyen los crímenes de Estado
que se produjeron durante ese tiempo oscuro de la Transición y que ningún
demócrata decente ha conseguido borrar de su perdurable memoria.
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