viernes, 1 de julio de 2022

La "tourné" de los dioses de barro

 


Terminó la Cumbre de la OTAN en Madrid y los mandatarios se marcharon por donde habían venido, eso sí, después de haber acordando dedicar el 2% del PIB a la defensa, es decir, a enriquecer a los fabricantes de armas, y de que sus parejas-florero hicieran una gira turística paralela en la que la consorte del jefe del Estado fue la coanfitriona junto a Begoña Gómez, de la que se quedó prendado Joe Biden. Y los españoles comenzaban las vacaciones de verano más pobres por la maldita inflación. Me causa estupor comprobar que tanto a Estados Unidos como a Europa les produce más temor Rusia y China que el cambio climático. No se ha dicho nada, o a mí no me consta, sobre la fijación de los límites de emisiones a la atmósfera, que es lo que más preocupa a la Humanidad. No es lo mismo hacer desaparecer humos de chimeneas que vender armas.  Pero se ha conseguido algo en esta cumbre: que la ensaladilla rusa se llame a partir de ahora “ensaladilla nacional”, como se la denominaba en los cuarteles cuando yo hice la mili en tiempos de Franco. En aquellos viejos tiempos el enemigo era el contubernio judeo-masónico, algo que no sabíamos los españolitos de a pie muy bien en qué consistía, pero que el generalísimo repetía una y otra vez cada noche de san Silvestre al dirigirse a los españoles por televisión, impasible, marcial, con cara de pocos amigos y moviendo de abajo a arriba brazos y manos como un títere de feria, o como si marcase el ritmo con la batuta a la Banda del Empastre. Recuerdo que una tarde, después de la corrida de toros, Jesulín de Ubrique llamó por teléfono a su madre para contarle cómo le había ido la lidia de los toros que le habían caído en suerte. Le dijo: “Mamá, he estado cumbre”. Esa tourné turística de los dioses de barro que acaba de terminar también ha estado "cumbre" para ellos y para sus acompañantes. Ha servido, al menos, para que los mandatarios visitantes se hayan podido retratar en el Museo del Prado junto al cuadro de Las Meninas, donde aparece la familia de Felipe IV, con la infanta Margarita como protagonista principal; y, además, por aquello de ir por atún y ver al duque, engullir la cena posterior en el Claustro del museo con un menú preparado por el cocinero José Andrés con aperitivo de bacalao, naranja y remolacha y, a continuación, gazpacho de bogavante con verduras de verano al aroma de albahaca y aceite de oliva virgen extra de variedad Arbequina, para seguir con espaldita de cordero cocinada a baja temperatura con puré de limón y un postre, que con el nombre de “Sabores de Madrid”, combina el anís de Chinchón, la fresa de Aranjuez, el barquillo sin par de Julián Cañas (Amparo, 25,  Lavapiés) y el caramelo de violeta inimitable de "Bombonera La Pajarita" (Villanueva, 14). En suma, ha habido más sanchismo que quijotismo en el encuentro entre colegas. Me vino a la memoria la famosa frase de Josep Pla cuando llegó a Nueva York en 1954, con la boina de payés calada en la cabeza, la cara de sorpresa y las "pelas" bien amarradas a su rusticano cuerpo, y sus amigos le pasearon de noche por  Manhattan. Al contemplar el excesivo derroche de luces de neón, preguntó: “¿Y todo esto, quién lo paga?”. La respuesta la dejo para el lector.

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