lunes, 25 de julio de 2022

El pobrecito hablador

 


El diasirmo es una figura de pensamiento que consiste en denostar a alguien mediante una ponderación simulada. Es decir, algo parecido a lo que hace la prensa de derechas con las figuras de Juan Carlos I o de la fallecida Rita Barberá. Cuanto más le ponderan, más la cagan. Un claro ejemplo es un epigrama de Iriarte: El señor don Juan de Robres, / con caridad sin igual, / hizo este santo hospital; /  pero antes hizo los pobres”. Bajo el escudo de los Robles, que fundaron  el Hospital de Sancti Spiritus en 1351, algún gracioso añadió de su puño y letra para completar el último verso de la cuarteta. Con posterioridad, en Cáceres,  en el solar en su día ocupado por un vetusto edificio de piedra dedicado a la cura de cuerpos, que se desamortizó en el siglo XIX. Más tarde se construyó un edificio que fue fábrica de electricidad y durante la Guerra Civil se usó como cuartel de milicias de Falange. En 1947 se convirtió en el Cine Capitol. Ello viene a cuento con la peregrina decisión de Sánchez de comunicarle a  Mohamed VI mediante carta que el Sahara era suyo, y dos huevos duros. Y lo hizo sin haberlo consultado con los miembros de su Gabinete ni con el resto de los grupos políticos del Congreso de los Diputados. La idea de Sánchez, (ese Andrés Niporesas que contestó a Fígaro en la obra de Larra: “yo rogaré a santa Rita, abogada de los imposibles, por la prosperidad de nuestra patria”, en la “Muerte de El pobrecito hablador”) al tomar tal decisión parece que era doble: controlar los flujos migratorios y congratularse con Biden y fortalecer las relaciones con los Estados Unidos. Lo que no calibró Sánchez fue nuestra dependencia gasística de Argelia, enemiga de Marruecos, y las consecuencias que de ello iban a derivarse. El ingenuo presidente del Gobierno estaba convencido de que con su atolondrada postura se iba a convertir en el principal proveedor de gas a la Unión Europea, tras el posible cierre de grifo de Rusia a Alemania y a otros países. Pero ese doctor en Economía y político a la violeta ignoraba que las apuestas a futuros se suelen volver contra el apostante con la fuerza y la rapidez inusitada de un caimán cubano. Así, el resultado fue que Argelia  exigió a España que no vendiera un gramo de su gas a Marruecos, al tiempo que estudió la revisión al alza de los precios. Ante esa tesitura, Sánchez se vio en la necesidad de tener que recibir de Estados Unidos gas licuado por vía marítima a un coste mucho más elevado. Los yanquis siempre ganan. Pero el pardillo Sánchez sopesó un siguiente paso, consistente en intentar lograr un acuerdo entre esos dos grandes enemigos (Marruecos y Argelia); y de esa guisa reabrir el gaseoducto que transportaba gas argelino a España y Portugal a través de Marruecos. Pero Argelia ha dicho que “naranjas de la China”. Sánchez entiende, con más moral que el Alcoyano, que Mohamed VI dejará de reivindicar Ceuta y Melilla. Vamos, ni harto de vino; y, también, que contendrá en las espinosas vallas el aluvión constante de migrantes hacia la Jauja europea. Ya se lo miraré, pero no creo. No se pueden poner puertas al campo ni los destinos de un país en manos de un sansirolé. Todavía recuerdo con estupor cuando Aznar nos metió en el lío de Irak y la posterior explosión de trenes de cercanías en Madrid. Aún me parto de risa recordando la “guerra del islote de Perejil”, como sacada de un relato telefónico de Gila. La capitulación actual de España ante Marruecos es la mayor vergüenza de un mandatario español frente a los derechos del pueblo saharaui. Sánchez carece de empatía  y le importa un bledo el robo por medio de las armas de sus recursos naturales (fosfatos) por parte de Marruecos, tras haberles dejado España a su suerte con el avance de la Marcha Verde, patrocinada por los Estados Unidos. Sánchez se ha pasado por el arco del triunfo la Resolución 690 de la ONU, de 29 de abril, donde se reconocía el derecho del pueblo saharaui a su autodeterminación. El resultado (hace ya cuarenta y ocho años) fue que el Sáhara Occidental se dividió en dos: la parte costera ocupada por Marruecos (donde se concentran los yacimientos  de fosfatos), y la franja oriental fronteriza con Argelia y Mauritania controlada por el Frente Polisario. Para más inri, en 1980 comenzó Marruecos la construcción de un muro que separaba ambas partes. Aragón, siempre solidario, salvando el periodo de la pandemia de coronavirus, tiene por costumbre acoger niños  saharauis refugiados en Tindouf (Argelia) para que pasen el estío con familias aragonesas dentro del programa “Vacaciones en paz”, donde se incluye la entrega de ropa y calcero, el disfrute de piscinas, juegos, una sana alimentación y las necesarias revisiones médicas. Eso enorgullece a los aragoneses, siempre copartícipes en la prestación de ayuda y empáticos con el sufrimiento ajeno.

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