sábado, 2 de julio de 2022

El silencio contenido en el cuadro de "Las Meninas"

 


Estoy convencido de que los verdaderos protagonistas de la Cumbre de la OTAN en Madrid no fueron Biden ni Sánchez ni Felipe VI ni sus respectivas consortes, ni el cocinero José Andrés con sus “Sabores de Madrid” degustados en el ágape servido en el claustro del Museo del Prado. A mi entender, el protagonista principal fue Diego Velázquez y su cuadro de Las Meninas, junto al que todos los invitados quisieron fotografiarse y cuya figura central es la infanta Margarita rodeada de sirvientes y enanos. Un  espejo colocado al fondo refleja a Felipe IV y a su esposa, Mariana de Austria (tío y sobrina), madre de Carlos II el Hechizado, el último Habsburgo y responsable directo de la entronización del primer Borbón, de que Felipe V se instalase en este país tras el fallecimiento de Carlos II sin descendencia el día de Todos los Santos de 1700, a los 38 años de edad. De nada sirvió haberse casado dos veces: con María Luisa de Orleans, primero, y con Mariana de Neoburgo, después. Su padre, en cambio, tuvo más de 20 bastardos. Carlos II, que padecía el síndrome de Klinefelter (es decir, dotado de testículos mas pequeños y menor cantidad de testosterona), idiotez, pusilanimidad, raquitismo y prognatismo mandibular, como todos los descendientes de esa línea dinástica, siempre estuvo muy presionado por Luis XIV, quien desde Francia y desde el nacimiento del monarca español se interesó por su estado mental y físico con la idea fijada en una futura sucesión a favor de la Casa de Borbón, enemiga de los Austria, cuyo monarca se había apoyado para reinar en cuatro validos distintos, el jesuita alemán Nithard hasta 1669 y a Fernando de Valenzuela hasta 1677. Posteriormente, el conde de Oropesa y el duque de Medinaceli, que recuperaron la confianza en la moneda de vellón, favoreciendo el comercio. Hubo reinados peores. Al morir Carlos II sin descendencia, nombró heredero a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV. Y ahí comenzó el reinado de una estirpe que desde entonces perdura en España, con dos restauraciones de por medio (Alfonso XII y Juan Carlos I) y con la excepción de José I, impuesto por Napoleón a Fernando VII tras las abdicaciones de Bayona y Amadeo de Saboya, impulsado por Prim, autor de la frase "los Borbones nunca más" a la salida de España de Isabel II en 1868. Pero siete años más tarde volvían los Borbones por sus fueros, esa vez en la persona del hijo de aquella reina, muerto de tuberculosis a los 28 años en el Palacio del Pardo, quedando como regente María Cristina de Habsburgo Lorena hasta la mayoría de edad de su hijo póstumo. Pues bien, en el cuadro Las Meninas están reflejados de alguna manera  todos los desastres borbónicos que acontecieron desde la Guerra de Sucesión hasta ha huida cobarde en 1931 de Alfonso XIII, que le hizo perder todos los derechos dinásticos, pese a que algunos empecinados mantengan la idea de que esos derechos recayeron en Juan de Borbón, que se los transmitió a Juan Carlos I, rey impuesto por Franco y puenteando su padre, en una farsa llevada a cabo  en La Zarzuela el 14 de mayo de 1977, en la que Juan de Borbón dijo aquello de “Majestad, todo por España” y dio un taconazo e hizo una genuflexión de comedia bufa cuando lo cierto es que no hizo nunca nada por España, ya que todos somos conocedores de que durante la Guerra Civil intentó luchar al servicio de los rebeldes en la columna de Somosierra, que mandaba el general  Francisco García-Escámez,  vistiendo un mono azul con los símbolos de Falange y con una boina carlista en un cóctel de ideologías contrapuestas.No lo consiguió. Al enterarse Mola, le obligó a regresar por dónde había venido. Más tarde solicitó por carta a Franco poder servir en el crucero Baleares. Tampoco tuvo éxito en sus pretensiones. Pero cuando el ejército franquista hizo su entrada triunfal en Barcelona, Juan de Borbón se apresuró a felicitar a Franco mediante un telegrama vergonzoso y rastrero. Y una vez muerto Juan de Borbón en Pamplona, y tras haberle concedido el Gobierno de turno el máximo grado honorífico en la escala de la Armada, le enterraron en el Panteón del Reyes de El Escorial como Juan III. Una astracanada más del borboneo que nadie entiende. El cuadro de Las Meninas, a mi entender, dice mucho con su secular silencio mudo desde una pared del  Museo del Prado. El silencio mudo (perdonen el pleonasmo) es el peor de los mutismos, es el que aún siendo silente lo dice todo desde el vacío de la tumba abierta. Por esa razón, tal vez, todos quisieron hacerse un selfie junto al lienzo de Velázquez que vale más que monarquía y república juntas, fiel espejo sinuoso de nuestras miserias, como los dominguillos deformes que reflejan esos espejos esperpénticos del callejón de Gato.

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