jueves, 8 de febrero de 2024

Claroscuros

 


No sé por qué, las noticias en la prensa de papel sobre la tractorada que está llenando las carreteras españolas me recuerdan de alguna manera aquellos rancios periódicos de la derecha cuando anunciaban los avances de las tropas de Franco durante la Guerra Civil. Vean si no: “Los tractores avanzan hacia Barcelona”, “Los agricultores cortan las arterias principales”…, etcétera. La diferencia, ¡menos mal!, es que lo que está sucediendo ahora no es más que una imitación burda de lo que acontece en Europa, en este caso manejada por políticos a la violeta que están convencidos de que “cuanto peor, mejor” para conseguir los objetivos de hacer caer el gobierno de Sánchez. Núñez Feijóo no se resigna a no ser el inquilino de la Moncloa y, todavía, a estas alturas, no se ha enterado de que para gobernar no es suficiente con conseguir la mayoría de votos sino contar con los grupos necesarios para lograrlo, dadas las peculiaridades del sistema político español. Tampoco le sirvió al entonces aspirante a la Presidencia del Gobierno proponer a Sánchez gobernar en alternancia dos años cada uno, a fin de respetar el mantra de que pudiese gobernar la lista más votada. Lo cierto es que García-Gallardo, vicepresidente  de Vox en la Junta de Castilla y León buscaba ayer la foto en la tractorada de Valladolid, pero fue a por lana y salió trasquilado. El clamor de los agricultores así lo plasmaban: “Jeta, a la foto no, que no hacéis nada”, mientras en León había bastantes detenciones policiales, barricadas, neumáticos quemados, barbacoas, pitos, flautas y carreteras cortadas. Pero los españoles estamos en otra cosa, y ya preparamos los disfraces más disparatados para Carnaval; y en Zaragoza los hoteles disparan la ocupación hotelera y triplican su precio por la FIMA en su edición número 43, entre los próximos días 13 y 17 de febrero. En este claroscuro de la España vaciada, con los tractores impidiendo la normal circulación en las carreteras, los tomates y las hortalizas españolas derramados en las cunetas francesas y la derecha echando leña al fuego achuchando a los agricultores, cualquier cosa puede ocurrir. Yo voy a vestirme de Pierrot, con traje blanco, grandes botones y gorguera. Y de esa guisa saldré a la calle para que la fiesta no decaiga, es decir, el amor, el desamor, la generosidad y el desdén. Es el mejor antídoto ante tanto fanfarrón rural que amenaza con privarnos de comida si ellos no cultivan la tierra. Lo cierto es que existe un ecologismo de salón: la fruta es insípida por pasar demasiado tiempo en cámaras frigoríficas y las lechugas y escarolas son duras hasta para comida de burros… Del precio del aceite de oliva, mejor no hablar; y, ¿a qué sabe el pollo? Y para más inri, el pescado que llega a las tiendas, en su mayoría, procede de  piscifactorías, con un sabor menos suave, carne más pálida y textura menos firme. Para colmo, cuando pueden, te engañan en pescaderías y restaurantes. Comprendo  que la sequía va a dar la puntilla a unos agricultores ya ahogados por la subida de costes. También a los ganaderos, por la falta de pastos. Pero el problema no se resuelve cortando carreteras  y amenazando con hambruna sino sentándose en la mesa con el ministro Luis Planas e intentar buscar soluciones, si es que las hay. Cada agujero tiene su tapón.

 

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