martes, 13 de febrero de 2024

Falta de empatía

 


Vaya por delante que yo respeto a la Guardia Civil, que soy consciente del trabajo que realizan en beneficio de la sociedad y manifiesto estar consternado por la reciente muerte de dos agentes, David Pérez y Miguel Ángel González, y un tercer agente mutilado, todos ellos a manos de narcotraficantes de  Barbate. Tampoco comprendo los gritos de un corifeo de insensatos que parecía disfrutar ante tal disparate como si estuviesen asistiendo a una corrida de toros en plaza de tercera sin enfermería. Ciertamente, la Guardia Civil no cuenta con los medios necesarios para luchar contra una mafia organizada que utiliza lanchas  de cuatro motores para acarrear a la Península droga (hachís y griffa) procedente de Marruecos. Pero con esos bueyes hay que labrar el páramo. No queda otra mientras no se dote a la Benemérita de lanchas equivalentes a las que utilizan esos  miserables que solo piensan en enriquecerse a costa de la enfermedad ajena. Dicho eso, también debo señalar que el presidente Sánchez no debió acercarse a Valladolid para estar presente en la entrega de unos premios de cine con la que estaba cayendo en el Sur. No era necesaria su presencia. Aquel que se acerca a Doñana para ociar, también debe acudir a Barbate para arropar a las familias desolada de unos agentes muertos en el ejercicio de su deber. Eso se llama empatía. Y eso demuestra, del mismo modo, que Sánchez es un egocéntrico del tamaño de King Kong, el gigantesco simio ficticio originario de la Isla Calavera que apareció en las pantallas de cine de otro tiempo. El Presidente del Gobierno no tuvo empacho, como afirmo, en utilizar un Falcon para trasladarse desde Valladolid hasta Madrid (distancia ridícula) una vez terminada la fiesta de los cómicos. Alguien podrá decirme, ni podré quitarle la razón, que la muerte de dos agentes de la autoridad en su lucha contra bandas organizadas, son gajes del oficio. En efecto: así es. Esas indeseables situaciones pueden sucederle al albañil que se cae del andamio, al electricista que se electrocuta o al mandadero que se cae de la moto. Pero convendrán conmigo en que los peligros disminuyen considerablemente cuando el albañil está dotado de arnés, cuando el electricista utiliza pértiga y cuando el mandadero circula más despacio y no regatea de forma insensata entre automóviles. El tiempo pasa deprisa y seguramente ya no queda ningún ciudadano vivo que en su día formó parte de la llamada “quinta del biberón”, es decir, de los nacidos en 1920 y llamados a filas en 1938. A aquellos chavales de apenas 18 años de edad se les hizo entrega de unos mosquetones de 1912 muy pesados y con un grave defecto. Cuando se disparaban cuatro tiros, los cerrojos calentaban tanto que era imposible meter en la recámara un quinto cartucho. Pese a ello, ningún mando cayó en la cuenta. Ahora pasa algo parecido. La zona de Algeciras quema como aquellos cerrojos. Es un punto caliente en el tráfico de hachís y de cocaína. Un agujero muy difícil de taponar mientras exista un gran número de parados dispuestos a ganar un dinero fácil en poco tiempo, falta de los medios necesarios para controlar el constante “trapicheo”, presunta corrupción de algunos agentes de la autoridad (como bien conocen los responsables de “Asuntos Internos”), y una insensata hipocresía en el Ministerio del Interior. Un aduanero jubilado declaró a Eldiario.es (reportaje de Juan José Téllez, 04/09/2023) que “en Costa del Sol, el narcotráfico mata más que en el Campo de Gibraltar; hay tiros, y todo el mundo se calla por el buen nombre de la Costa del Sol”. Y Marlaska lo sabe pero tiene piel de elefante. En resumidas cuentas: cuando el presidente del Gobierno está más interesado en amnistiar a nacionalistas de Junts (su cabecilla huido cobardemente en el maletero de un coche) por necesitar los siete votos de esa formación en el Congreso que a dotar a la Guardia Civil de medios contra el narcotráfico organizado, algo falla en los cimientos de un Estado de derecho.

 

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