viernes, 23 de febrero de 2024

Lo dejó claro Baudelaire

 



Los intermediarios nacieron el día que la Iglesia católica en el Concilio de Trento dio ciertas facultades a la Virgen y a los santos y los consideró intercesores de peticiones de gracias en las súplicas de los devotos. Esa intercesión consiste en lo que se ha dado en llamar comunión de los santos. Así nació el culto de dulía. Pues bien, lo que está sucediendo en España con las tractoradas ya pasa de castaño oscuro. Se están poniendo muy cansinos. Leo hoy en Diario de Teruel que agricultores y ganaderos inician una nueva marcha que culminará con la entrega de sus reivindicaciones en la Subdelegación del Gobierno, que es como depositar esas reivindicaciones en la ranura de la mijarreta del Domund. Desconozco a su titular. Perdonen mi ignorancia. La última referencia que me coste es que José Ramón  Morro, inspector de Educación, y que sustituyo en el cargo a José María Valero, dejó el puesto de subdelegado del Gobierno en Teruel a finales de 2023 tras cinco años de servicios. Por eso entiendo que la entrega de reivindicaciones a esa Subdelegación no tendrá el recorrido deseado y será, como mucho, un brindis al sol. Cuando se hace una petición hay que ir siempre de forma directa al santo capaz de solucionar el problema, es decir, si tenemos problemas de garganta, los rezos deben hacerse a san Blas; si queremos encontrar algo perdido,  a san Antonio de Padua; para tener un buen viaje, a san Cristóbal; y así todo. El asunto del campo es de difícil medida. La España agrícola tiene muchos problemas de muy difícil manejo: Marruecos, los intermediarios, los bichos que dañan las cosechas, incluidos los topillos en patatales, campos de cereales y viñedos.., etcétera. Tal vez ayude el rezo al san Judas Tadeo, patrón de las causas imposibles. Pero, como digo, entregar una nota en la Subdelegación del Gobierno en Teruel es como pedir albaricoques al eucalipto. Pedir pedir lo imposible (aquel lema del mayo del 68 francés) es, por definición, un fracaso. El capitalismo que hay que derrotar está en nosotros mismos. Lo dejó claro Baudelaire: “Yo soy la herida y el cuchillo / la bofetada y la mejilla, / yo soy los miembros y la rueda / soy el verdugo y soy la víctima”.

 

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