viernes, 9 de febrero de 2024

Sobre bustos y capones

 



L
eo en El Progreso, de Lugo, que “la ‘Fundación ‘Manuel Fraga’, creada en 2004 y declarada de interés gallego en 2005, busca nueva directiva y un milagro económico para iniciar su actividad”. La casa natal de Manuel Fraga, en el número 17 de la rúa de Pravia, en Villalba, se remodeló con un coste superior a los 600.000 euros y solo se abrió al público en octubre de 2011 el día de su inauguración y año de su muerte. Fraga había estado presente en 2007 cuando se colocó una placa en la fachada. Dentro están amontonados en cajas  alrededor de 60.000 libros, además de su archivo documental correspondientes a los 16 años que el ministro franquista estuvo  al frente de la Junta de Galicia, sus títulos honoris causa, fotografías y muebles. Supongo que habrá que esperar a ver qué sucede en las elecciones del próximo día 18 de febrero. Por lo pronto, el partido Bloque Nacionalista Galego pide que se retire el busto de bronce existente en  la Alameda Basanta Olano y que es copia de otro busto robado en el mismo sitio en 2018 (por tercera vez, ya que desapareció en 1992 y recuperado en el río Madalena, y más tarde vuelto a robar y encontrado cerca del cementerio viejo) y que había sido inaugurado en 1970. Era el único busto que quedaba sobre un pedestal tras la desaparición de otro, en Cambados, un año antes. Por otro lado, en 2017, unos gamberros cubrieron la fachada de esa Fundación con pintadas en euskera, donde pegaron retratos de los cinco fallecidos durante un desalojo policial de una iglesia en el barrio vitoriano de Zaramaga en 1976, siendo Fraga ministro del Interior. Tampoco se libró la estatua de ser pintarrajeada con los colores de la bandera de la II República. La primera de las estatuas era obra del escultor cacereño Fernando Mayoral. Tras su robo, el Ayuntamiento, que conservaba el molde de escayola, encargó una réplica a Raimundo Rubal, de Mondoñedo, con un coste a las arcas municipales de 7.200 euros. Lo normal, a mi entender, sería que tanto la fundación como el busto de Fraga en Villalba desaparecieran para siempre por aplicación de la Ley de Memoria Democrática. “Villalba, villa bravía. / Ciento cincuenta tabernas y ninguna librería”. Eso sí, en Villalba se crían los mejores capones, ese manjar de la gastronomía gallega; aunque ahora, por desgracia, es presunto motivo de fraude con la aquiescencia de las autoridades locales, provinciales y de la Xunta. Leo: “De hecho, pese a la existencia de veterinarios contratados por el Ayuntamiento y encargados de  certificar su procedencia (“capones de Villalba”) cada 19 de diciembre en la Feria de esa localidad, se sabe que en muchas ocasiones los capones ni están castrados ni son autóctonos, y que la mayoría de ellos proceden de razas americanas de engorde rápido, expresamente desaconsejadas para este tipo de cría. Probablemente, las distintas administraciones gallegas prefieren seguir manteniendo esta incalificable situación para así poder solicitar ayudas económicas por el desmantelamiento de las vaquerías en quiebra”. Así lo afirmaba Pepe Iglesias en Cuadernos de Gastronomía, en su trabajo “El fraude de los capones de Villalba” (8/8/2008). Pepe Iglesias, fallecido en junio de 2020, fue crítico gastronómico y hostelero asturiano, colaborador de El Comercio y La Voz de Avilés a mediados de los años noventa. Recogió el testigo del restaurante que dirigían sus padres en Madrid, “El Horno de Santa Teresa” tras el trágico accidente en 1976 que costó la vida de sus padres y de un hermano. Junto al crítico Eufrasio Sánchez fundaron en el año 2000 el Colegio de Críticos de Asturias.

 

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