La pretensión de PP y Vox en las Cortes de Aragón, presididas por la militante de Vox Marta Fernández Martín (nieta del
apodado como “barón de Jausarás”, y negacionista
de las vacunas, del cambio climático y fan de Triump y de Bolsonaro)
de derogar la Ley de Memoria Democrática
no evitará, de confirmarse, que sigan apareciendo huesos de fusilados en el
bilbilitano barranco de la Bartolina, ni en las cunetas de las carreteras, ni
en los descampados. En 1976, con la Ley
de la Memoria, se pretendió hacer borrón y cuenta nueva en las entonces
llamadas Cortes Españolas respecto a los crímenes del franquismo. Se reseteó la memoria con la Ley de Amnistía del año siguiente. Ya solo
quedaba plasmar por escrito las nuevas leyes del juego. Pero lo que no
consiguieron borrar de la memoria de los españoles aquellos procuradores en
Cortes de chaquetilla blanca y estómago agradecido fue cicatrizar una herida
que sigue a día de hoy supurando resentimiento. Las guerras civiles no se
terminan nunca, como dijo De Gaulle.
Cierto. Para más irni, se hizo una Constitución, la del 78, sin haber
consultado previamente la forma de Estado que queríamos los españoles. Temían
un resultado no deseado. En consecuencia, se impuso a Juan Carlos de Borbón, nombrado a dedo por Franco, como rey de una España que ya era “Reino” desde 1947. Y los
españoles, que andábamos en otras cosas de más enjundia, como buscar trabajo o
poder dar de comer todos los días a sus churumbeles, nos encogimos de hombros
con un pasotismo de libro. Han pasado casi 46 años desde aquel referéndum que
aceptamos la mayoría de los españoles con el miedo en el cuerpo y el deseo de
cambiar. Pero todavía, en 1981, pudimos contemplar atónitos el sainete chusco
de Tejero en el Congreso de los
Diputados. El miedo es un arma de control que bien engrasado consigue gran efecto para aquellos que lo producen:
tanto desde el púlpito crucifijo en mano como desde la tribuna de oradores pistola
en ristre. Quienes manejan el cortijo patrio saben que siempre funciona con
saldo a su favor. En España se utilizó el miedo durante casi cuarenta años con
resultados excelentes para el sátrapa. El miedo es paralizante y bien
canalizado guarda el majuelo. El ladrón siempre teme que aparezca el guarda de
detrás de un guindo y le dispare con su mosquete un cartucho de sal en el
trasero para que escarmiente. Está demostrado que el espantapájaros, ese burdo
maniquí, peca de ineficacia, como el gobierno regional que preside Azcón, rapavelas de Núñez Feijóo, con el apoyo de la ultraderecha más retrógrada desde el Espadón de Loja, es decir, desde el ciclotímico Narváez y su exagerado autoritarismo.
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