jueves, 1 de febrero de 2024

Espantapájaros

 

La pretensión de PP y Vox  en las Cortes de Aragón, presididas por la militante de Vox Marta Fernández Martín (nieta del apodado como “barón de Jausarás”, y negacionista de las vacunas, del cambio climático y fan de Triump y de Bolsonaro) de derogar la Ley de Memoria Democrática no evitará, de confirmarse, que sigan apareciendo huesos de fusilados en el bilbilitano barranco de la Bartolina, ni en las cunetas de las carreteras, ni en los descampados. En 1976, con la Ley de la Memoria, se pretendió hacer borrón y cuenta nueva en las entonces llamadas Cortes Españolas respecto a los crímenes del franquismo. Se reseteó la memoria con la Ley de Amnistía del año siguiente. Ya solo quedaba plasmar por escrito las nuevas leyes del juego. Pero lo que no consiguieron borrar de la memoria de los españoles aquellos procuradores en Cortes de chaquetilla blanca y estómago agradecido fue cicatrizar una herida que sigue a día de hoy supurando resentimiento. Las guerras civiles no se terminan nunca, como dijo De Gaulle. Cierto. Para más irni, se hizo una Constitución, la del 78, sin haber consultado previamente la forma de Estado que queríamos los españoles. Temían un resultado no deseado. En consecuencia, se impuso a Juan Carlos de Borbón, nombrado a dedo por Franco, como rey de una España que ya era “Reino” desde 1947. Y los españoles, que andábamos en otras cosas de más enjundia, como buscar trabajo o poder dar de comer todos los días a sus churumbeles, nos encogimos de hombros con un pasotismo de libro. Han pasado casi 46 años desde aquel referéndum que aceptamos la mayoría de los españoles con el miedo en el cuerpo y el deseo de cambiar. Pero todavía, en 1981, pudimos contemplar atónitos el sainete chusco de Tejero en el Congreso de los Diputados. El miedo es un arma de control que bien engrasado consigue  gran efecto para aquellos que lo producen: tanto desde el púlpito crucifijo en mano como desde la tribuna de oradores pistola en ristre. Quienes manejan el cortijo patrio saben que siempre funciona con saldo a su favor. En España se utilizó el miedo durante casi cuarenta años con resultados excelentes para el sátrapa. El miedo es paralizante y bien canalizado guarda el majuelo. El ladrón siempre teme que aparezca el guarda de detrás de un guindo y le dispare con su mosquete un cartucho de sal en el trasero para que escarmiente. Está demostrado que el espantapájaros, ese burdo maniquí, peca de ineficacia, como el gobierno regional que preside Azcón, rapavelas de Núñez Feijóo, con el apoyo de la ultraderecha más retrógrada desde el Espadón de Loja, es decir, desde el ciclotímico Narváez y su exagerado autoritarismo.

 

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