Ahora, cuando se acentúa la crisis climática,
cuando en Cataluña estudian cómo poder administrar la escasez de agua de sus
pantanos, cuando Doñana se está convirtiendo en un secarral, cuando los
agricultores están que trinan contra los franceses por tirarles a las cunetas
de las carreteras los productos de consumo que transportan en camiones y cuando
los ganaderos ven casi insostenible seguir conservando la cabaña pecuaria, un
concejal de Vox en el Ayuntamiento de Zaragoza, de nombre David Flores Serrano, veterinario de profesión y profesor de la Facultad
de Ciencias de la Salud en la Universidad
San Jorge, acaba de asegurar sin despeinarse (por su alopecia) en un pleno
municipal que, "si se acepta que el CO2 es un gas de efecto invernadero, ir
en bici contamina más que andar porque debido al esfuerzo físico se emite más
dióxido de carbono”. Y ha añadido que "fomentar el uso de la bici supone
imponer una forma de movilidad minoritaria, y eso es fascismo y es totalitarismo".
Ese edil se une a las tesis de Juan García-Gallardo,
también militante de Vox y vicepresidente del gobierno de Castilla y León, que
mantiene que no existe relación entre las emisiones de CO2 a la atmósfera y el
cambio climático, en contra del consenso científico. Y Flores, como digo, para no
ser menos que el sansirolé García-Gallardo, sostiene sin despeinarse (por su
alopecia) que “estrictamente hablando, un ciclista es más contaminante
que un peatón”. Flores, por aquello de que es veterinario, podría haber
argumentado que las vacas, cuando se tiran pedos en los prados, expulsa en sus
ventosidades 200 gramos de metano al día, y eso supone que, según datos de la FAO, cada año
todas las vacas del planeta liberan a la atmósfera 100 millones de toneladas de
metano, que tienen el mismo efecto que 2.500 millones de toneladas de CO2. Son
datos estadísticos sobre los que no tengo capacidad para discutir. Pero contar,
como sostiene Flores, que un ciclista emite más dióxido de carbono que un
peatón es como pensar que si hacemos aerobismo por el parque nos estamos
cargando el planeta con cada zancada. Eso, de haberlo dicho una vieja tras el fuego (me vienen
a la cabeza las paremias del refranero del Marqués de Santillana) hubiese tenido su pase.
Verbigracia: “A mal abad, mal monaguillo”.
Confío en que, cuando Flores se reintegre a la católica Universidad San Jorge tras su función
como edil y el oreo de sus ideas no exponga en clase sus peregrinas teorías sobre la relación entre la movilidad
en bici y el efecto invernadero, al menos mientras no sean dogma de fe. Podría terminar en la hoguera, o como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando.
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