sábado, 10 de febrero de 2024

Cortar caminos no es la solución

 


A mi entender, lo que está sucediendo con las tractoradas en las carreteras españolas podría terminar como el rosario de la aurora. Si los agricultores se dejan manejar por las consignas de la ultraderecha no van a arreglar sus problemas. En el supuesto que el encarecimiento de las frutas y verduras en los mercados sea por el afán de enriquecimiento de los intermediarios y de las grandes superficies, la solución no está en salir a taponar caminos sino intentar llegar a pactos concretos con quienes son responsables de ese malestar. Y para ello hay que sentarse en despachos oficiales, poner las cartas sobre la mesa y tratar de buscar soluciones en la medida de lo posible. En el supuesto que los problemas añadidos a los bajos precios consistan en tener que hacer muchos papeleos, para solucionarlos están las gestorías. Marruecos entrega productos de la huerta a los mercados por un acuerdo preferencial  con la UE a cambio de que ese país africano controle los flujos migratorios. Pero los agricultores españoles deberían saber, también, que las superficies agrícolas marroquíes están explotadas en buen parte por ciudadanos españoles sabedores de que allí la mano de obra es más barata (con los que se paga a un temporero en España en Marruecos se paga a diez) y no se exige la utilización de tantos productos fitosanitarios como en los países que conforman la UE. En muchos casos, cuando esos productos marroquíes llegan a la Península, les cambian las etiquetas para jugar al despiste. Es un hecho cierto que las importaciones de frutas y verduras marroquíes se han multiplicado en la última década: pasaron de 130.700 a 496.000 toneladas de hortalizas entre 2012 y 2022. Destacan los tomates y las judías verdes (80.000 toneladas), el pimiento (74.000 toneladas), aguacates (18.000 toneladas) e incluso fresas (8.000 toneladas). En lo que respecta al tomate, España ha perdido en cinco años 4.000 hectáreas de tomate de invernadero en favor del calabacín, el pimiento y otras variedades de tomate como el "raf", "azul", "de Barbastro" o "patanegra" para el mercado nacional.  El último error español consiste en arrancar olivos centenarios para plantar pistachos iraníes por el bajo precio que se paga por la aceituna. Los olivos son parte sustancial de nuestro patrimonio, una riqueza nacional que otros la quisieran, y debería estar prohibida su tala. Pero los agricultores españoles, por su cerrazón, lo quieren todo: sorber y soplar al mismo tiempo. Es como pretender en la pescadería comprar pescadilla grande que pese poco. No pasa nada. Comer, comeremos. Tras la tempestad siempre viene la calma.

 

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