Este Gobierno, que recorta en
Educación y en Sanidad sin sopesar sus
verdaderas consecuencias; que continúa congelando el sueldo a
funcionarios y pensionistas; que le
importa una higa invertir en I+D+i, haciéndonos creer machaconamente que
existen otras prioridades como, por
ejemplo, salvar a los bancos; que sigue
suponiendo que los españoles no tienen espíritu científico y pretende hacen
bueno aquello de “que inventen ellos”, sin pararse a pensar que tal expresión no fue en su día más que una frase lapidaria de
Miguel de Unamuno; este Gobierno, digo, no tiene empacho en dedicar una parte
de los Presupuestos Generales del Estado a un “Acontecimiento de Excepcional Interés Público” cual
es el año jubilar mariano para El Rocío. Tanto es así que, durante una visita
de la ministra de Empleo a Almonte,
Fátima Báñez ha explicado que ese acontecimiento supondrá que las empresas y
entidades que colaboren con esa celebración
podrán tener importantes deducciones fiscales que en algunos casos
podrán llegar a ser del 95 por ciento. Y en esa especie de éxtasis místico,
sólo comparable a los que tuvo en vida Teresa de Cepeda cuando exclamaba
aquello de que “muero porque no muero”, la ministra Báñez dijo en Almonte hace
unas fechas que la concesión papal del Año Santo Jubilar Mariano para esa aldea
onubense es un “regalo adicional” de la Blanca Paloma en la salida de
la crisis. En fin, ya verán mis lectores como pronto se hará de ese santo lugar
una especie de milagro de Garabandal. Todo es cuestión de que a Rodrigo Rato, o
a Mafo, se les aparezca el espíritu del burrito Platero sobre una nube de
Moguer, que queda cerca, y más tarde duden entre si han visto sobre un olivo a los hombres de
negro de Cristóbal Montoro o la señora del boticario de Gibraleón haciendo
calceta a la luz de un candil. Este es un país aconfesional según la Constitución, pero
también es la tierra de María Santísima. Y si Fátima Báñez entiende que el Año
Santo Jubilar es un regalo adicional de la Virgen en
la salida de la crisis, no hay nada que objetar. Es de suponer que abrigará sus
razones para hacer tal afirmación concluyente, aunque tales razones no parece
que sean de este mundo.
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