Comprendo la euforia futbolera que
le ha entrado a media España pese a encontrarse el país al borde del cantil
económico. Hay más de cinco millones de parados, mañana sube la bombona de
butano, la luz y estamos a punto de que el incremento del IVA no nos permita ni
comprar gaseosas de sobre. Pero, como si viviéramos en el “país de Jauja”, de
donde se contaba que los ríos manaban leche y que de los árboles salían buñuelos,
el próximo domingo estarán presentes en la final de la Eurocopa el príncipe de
Asturias y Mariano Rajoy. Lo primero que nos preguntamos todos los españoles es
quién paga esas excursiones. La respuesta es obvia: todos los contribuyentes.
Personalmente tales viajes, dada nuestra situación angustiosa y sin que nadie
les haya convocado, se me antojan como una absoluta falta de respeto hacia el
ciudadano. Si el príncipe desea “hacer prácticas” de jefe de Estado antes de
ser proclamado rey, que aprenda el duro
oficio que le espera ante el reto de los nuevos tiempos, que no pintan nada
buenos, ni para él ni para el conjunto de los españoles, intentando “vender” en
el exterior un Reino de España más devaluado
que un duro de plomo, hundido por banqueros incompetentes; por ciertos “amos
del ladrillo”, que esconden sustanciosas
plusvalías en las alcantarillas doradas de
paraísos fiscales hasta que el Gobierno de turno decida hacer nuevas
amnistías fiscales; por pésimos
gobernantes, más atentos a mantener sus prebendas que a servir a los ciudadanos
que un día les votaron desde la
esperanza de que procuraran un país más justo; etcétera. El Reino de España se
ha convertido en el hazmerreír de Europa. Hay que evitar gastos innecesarios y
hay, también, que percibir por la intuición en qué entierro dispone uno vela. Si
Rajoy desea evadirse de sus problemas de trabajo viendo fútbol, que lo vea por
televisión. Y si el príncipe hipa por inhibirse noventa minutos de un raro
“aburrimiento” personal por no sabemos qué situación personal de “impasse”, que
se distraiga con un cortahierbas, o aprendiendo el lenguaje de las flores. Pero
justo será reconocer que cada viaje del jefe de Gobierno y del heredero de la Corona por el capricho pueril
de ver un partido en el extranjero cuesta a los españoles una cantidad de dinero
importante y siempre necesario para otros menesteres de tipo social. Pero
bueno, ya sé que no puedo evitar que ambos ciudadanos, Borbón y Rajoy, acudan a
Kiev el próximo domingo por ver “in
situ” un partido de fútbol, espero y
deseo que, al menos, se dignen volar en el mismo aparato. Ya pagaremos la cuenta.
De ahogados, al río.
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