Un mes antes de que Europa le
diera el “susto” a Rodríguez Zapatero, el ministro de Fomento José Blanco firmó
un contrato de 165.000 euros más IVA para hacer el retrato de Álvarez Cascos y
poder colgarlo en las paredes de ese Ministerio. Ese retrato de Álvarez Cascos
es el segundo que se cuelga en un edificio público, ya que antes hubo otro en
el Ministerio de la
Presidencia. Según leo hoy en “República.com”, “la tradición
es que sea el propio exministro quien escoja el artista que considere más adecuado,
pero Álvarez
Cascos no propuso cualquier retratista, sino que escogió a Antonio López,
el genio hiperrrealista de Tomelloso (Ciudad Real), que es uno de los pintores
más cotizados de la actualidad”. Álvarez Cascos, que en su día se creyese
“valido” de José María Aznar, no se anduvo por las ramas. Un retrato, sí, pero
para la posteridad, junto a Juan Bravo
Murillo, Claudio Moyano, Manuel Ruiz-Zorrilla, José de Echegaray, Francisco
Romero Robledo, Manuel Becerra , José Canalejas, Práxedes Mateo Sagasta,
Francisco Cambó e Indalecio Prieto. ¡Ahí es nada! Una pintura, digo, que
todavía no ha sido entregada por el pintor y que, por tanto, está pendiente de
cobro. En el Ministerio de Fomento, donde no hay dinero para el arreglo de
carreteras, se fomenta el arte de birlibirloque, o el encanto por las pequeñas
cosas. Y en ese bailoteo de repugnante egolatría ejercido por aquellos que
debieran procurar el amejoramiento de España, muchos ministros se dan por
satisfechos con el clavado de un cuadro en la pared tras su paso por el
ministerio del ramo. El baile, también el baile de retratos, no es más que la
frustración de un deseo horizontal, la excusa para estar encantados de haberse
conocido. Álvarez Cascos, el exministro con cara de boxeador y hechuras de vendedor
de tulipas, es el ejemplo vivo que “justifica” una frase lapidaria de Magdalena
Álvarez, otra que fuese ministra de Fomento,
cuando dijo aquello de que “el dinero público no es de nadie”; y que, no
sé si como premio, la nombraron en junio de 2010 vicepresidenta del Banco
Europeo de Inversiones (propiedad de los 27 países de la UE); es decir, dos meses más
tarde de que sucesor, José Blanco, firmara el contrato con Antonio López.
¡Manda carallo!
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