El tránsito de Venus, visto así
en la fotografía que nos presentan los medios, se me antoja como una peca en la
cara del Sol, como aquel lunar que se
pintaba La Niña
de los Peines cuando salían al “tablao” con faralaes para cantar la seguiriya
“Tú no tienes la culpa”, acompañada al rasgueo de guitarra de Niño Ricardo, o
sea, de don Manuel Serrapí Sánchez, a quien Dios tenga en su
gloria, La alineación del Sol, Venus y la Tierra ha supuesto en la noche morada algo así
como un amago de eclipse, como si una pulga se hubiera quedado quieta unos
minutos en la mejilla del primo de “zumosol”. Esa alineación planetaria, que se
produce dos veces cada siglo, no volverá a tener lugar hasta dentro de ciento
cinco años, cuando todos los que ahora habitamos
el planeta Tierra estemos calvos y sólo, si acaso, se pueda escuchar alguna
parapsicofonía con ese despectivo “mire usté” que utilizan en la actualidad
Mariano Rajoy, Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio, y el resto de la
comparsa, como muletillas machaconas en todas sus entrevistas; y que,
posiblemente, serán rescatadas del olvido mediante cintas vírgenes por algún
estudioso esoterista que utilizará la parapsicología de pandereta para
vivir del cuento. Don Antonio Chacón, uno de los mejores cantaores
de malagueñas, cartageneras y medias granaínas que ha dado España, solía decir
que “tó lo que tiene soníos negros tiene duende”. Y su voz tuvo “duende” como
puede comprobarse todavía en los viejos discos de pizarra de 78 r.p.m., acompañado a la guitarra en unas ocasiones por
el maestro Habichuela, y en otras, por Manolo Badajoz, por el Hijo de
Salvador, o por Niño Ricardo. Pero la voz de los políticos de la derechona
tienen “soníos” negros y es conveniente tocar madera. El reciente
tránsito de Venus, como el caracolillo de Estrellita Castro o la cajita de
música que no funciona, son cartas de despedida. Los mediocres oportunistas
andan sueltos para contarnos en los “telediarios” que la miseria es inevitable
y, si pudieran los muy cabrones, nos dejarían
a mano la botella de brandy barato para que pudiésemos celebrar en
familia nuestra ruina. Parecido a lo que decía el padre Laburu respecto al rezo del rosario en familia, mientras los
“López” de camisa blanca de “tervilor” cocían entre bambalinas, ajenos a nosotros y a nuestros sacrificios
cotidianos, un Plan de Estabilización que nos motorizó y nos trasladó a lejanos
polígonos industriales con zurrón y fiambrera.
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