Un país está verdaderamente
enfermo cuando pierde el sentido del humor. Por fortuna, en España no falta. En
Aldeacentenera, municipio de Cáceres en las estribaciones de la sierra de las
Villuercas, la Junta
de Extremadura, presidida por el bombero José Antonio Monago, decidió de un
plumazo dejar a todos los pachochos, que tal el es el gentilicio de sus
habitantes, sin centro médico. Y su alcalde, el socialista Juan Francisco
Monterroso, dictó un bando “prohibiendo” manifestar dolencia alguna por parte
de sus habitantes. El bando en cuestión veda “expresar sentirse mal de salud y
de alma, nacer y envejecer, romperse algún hueso, cualquiera que sea, torcerse
un pie u el otro, dañarse un músculo, también cualquiera que sea, o torturarse
con dolores de cabeza o de muelas, halitosis, tener caries, caspa y sufrir de
erupciones en la piel”.También se informa de las multas: “a mayor dolencia,
mayor multa”. Pues bien, a los concejales del Partido Popular tal bando les
resulta “insultante y poco serio”. Hombre, lo que parece insultante y poco
serio es dejar a esa población sin servicio médico y sin ofrecer desde Mérida
explicación alguna. Decía Nietzsche que “el hombre sufre tan terriblemente en
el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”. Menos mal que Juan
Francisco Monterroso, además de ser un alcalde fetén, es consciente de que la
risa puede disparar la producción de endorfinas, que son como analgésicos para
el cerebro. Que se enteren, tanto Rajoy
como el bombero Monago, que los recortes en Educación y en Sanidad en beneficio
de ciertos bancos en quiebra manejados
por mequetrefes sólo puede llevarnos a situaciones deplorables.
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