No cabe duda de que al Rey se le
ha abierto el cielo con la muerte de Nayef ben
Abdelaziz, heredero al trono de Arabia Saudí. Precisamente el lunes, o sea,
mañana, debía presidir el bicentenario del Tribunal Supremo, estrechar la mano,
fotografiarse y sentarse junto a Carlos Dívar, que el próximo jueves cesará, a
Dios gracias, como Presidente de esa
Institución y como Presidente del Consejo General del Poder Judicial por sus
presuntos “derroches” con dinero público. La situación era, sin duda, insoportable
para Dívar y “molesta” para el rey, pero la muerte de Abdelaziz cambia su
agenda. Le acompañará García-Margallo, ministro de Exteriores. Parece raro que
no forme parte del séquito Pedro Morenés, cuando el Estado está a punto de
cerrar una gran operación: la venta de más de 200 carros de
combate (extensible a 700) “Leopard” por un
valor estimado en 3.000 millones de euros. El rey Abdalá tiene la última palabra y este
viaje luctuoso ayudará en las relaciones comerciales. Le tocará presidir, por
tanto, el bicentenario al príncipe de Asturias. A veces hay que bailar con la
más fea la pieza más larga. ¡Qué le vamos a hacer! Se ha muerto Abdelaziz y hay
que asistir a las pompas fúnebres del
árabe sí o sí. Ya lo dijo Franco a la muerte de Carrero: “no hay mal que por
bien no venga”. Pues eso.
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