Fernández Díaz, el actual
ministro de Interior, dice que se utilizaron bolas de goma “disuasorias” en
Ceuta por miembros de la Guardia Civil.
Pero también señala que “ningún emigrante pasó las líneas fronterizas” y que
todas las muertes se produjeron en aguas marroquíes. Las palabras del ministro
traen el recuerdo para algunos ciudadanos, no en mi caso, de la película “Río
Bravo” contada por Alfonso Sánchez. Es decir, en Ceuta hay unos subsaharianos
dispuestos a cruzar las líneas españolas desde Marruecos.Y para ello, unos
subsaharianos se enfrentan a las concertinas en su intento frustrado de saltar
al otro lado de la valla; y otros, los menos, pretenden hacerlo por la playa
del Tarajal, donde el agua llega como mucho a la rodilla de un tutsi o al
ombligo de un hutu, para que nos podamos hacer idea, en el intento de salvar una pequeña verja que
penetra en el mar como de unos doce metros, echándolo largo. Y en ese trayecto
se ahogan una quincena de ellos.
Fernández Díaz ha dicho hoy en la
Comisión de Interior del Congreso que “los agentes de la Guardia Civil
comenzaron a disparar pelotas de goma desde la playa y hacia al mar, pero
guardando una distancia de, al menos, 25 metros de los inmigrantes, con el fin de que
los disparos no dieran directamente a las personas” y, también, que “la ‘inusitada actitud violenta’
de estos inmigrantes obligó a la Guardia Civil a usar el material antidisturbios.
Pues bien, conociendo a la Guardia Civil,
estoy convencido que en todo momento se trató a los 23 subsaharianos que habían
conseguido llegar a Ceuta con absoluto respeto. Pero lo afirmo, no por que crea
en las palabras del peor ministro del Interior que ha tenido la democracia si
exceptuamos a Corcuera, sino por ser consciente del bienhacer tantas veces
demostrado por el Benemérito Cuerpo. Lo de la película “Río Bravo” es distinto.
En un bando, se encuentra una cuadrilla de pistoleros dispuestos a todo por
sacar a un asesino de prisión. En el
otro bando, tan sólo se encuentra el sheriff y sus dos ayudantes: uno, un
borracho, y el otro, un viejo lisiado. En el caso de Ceuta, por un lado hay
unos pobres desgraciados manejados por
las mafias que intentan llegar a Europa
al precio que sea. Por el otro, unas Fuerzas del Orden que, en el cumplimiento
de su deber, intentan impedirlo del modo menos agresivo. Así de simple.
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